lunes, 30 de enero de 2012

A PROPÓSITO DEL CÁNCER



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Las puñeteras células cancerosas, no solo se limitan a enmerdar el panorama, sino que juegan a ser malignas, muy malignas, u horrorosamente agresivas; con lo que el pronóstico va en función de esta aleatoria clasificación celular. Tienes un año de vida, te quedan tres meses, o vete rezando y poniéndote a bien con Dios.

Pero ¿Quién se cree esta patraña?

Primero: Las células orgánicas son incapaces de pensar (afortunadamente). Sólo tienen sus mandatos genéticos: Crece, multiplícate y muere. Y nada más. ¿Quién se puede creer que en un estadio determinado del crecimiento celular, a una de estas células incapaces de pensar, les entre un soplo de inteligencia y digan: ¡Hombre, pues ahora le voy a joder la marrana a este ciudadano y le voy a montar un carcinoma tipo III, para que se vaya enterando de lo que vale un peine…

Segundo: La agresividad del tumor va en función de la psicología del que lo padece, de su conocimiento del asunto, y de las elucubraciones del médico de turno, según su capacidad cognitiva, psicológica y humana.

Tercero: No existe la puñetera célula que por vía hemática o linfática, camine hacia otros pagos orgánicos y allí colonice y monte otro pollo parecido al primero. Está por descubrirse la puñetera célula metastásica.

Cuarto: Dios no está allá arriba –o donde quiera que tenga ubicada su residencia– para perjudicar, en ningún sentido, ni bajo ningún concepto a una de sus criaturas. Nos pone en el mundo para que seamos felices, aprendamos y atesoremos experiencias. Pero nos regala el ‘libre albedrio’ para que hagamos con nuestra vida lo que nos dé la gana, incluso acabar con ella bruscamente.

Quinto: Si Dio no es el gran victimario; si no es el responsable de nuestras enfermedades ¿De dónde vienen? ¿Por generación espontánea o algo así de friky?

Sexto: Nuestra mente es creativa, vivimos como pensamos; si pensamos bien, vivimos bien; si pensamos mal, vivimos mal. Por tanto, el fabricante de nuestras enfermedades es nuestro pensamiento caótico y sempiternamente negativo. No hay otra fuente de fabricación.

Mi querido amigo José Luis Mellado dice que: «Excepto el hachazo en la cresta, el resto de las enfermedades de la patología médica, son de origen psicosomático». Ahí le dio, de origen psicosomático. Esa es la clave: Todas las enfermedades, salvo las declaradamente externas al organismo –Radiaciones, temperaturas extremas, extenuación, agotamiento, ahogamiento, mala alimentación manifiesta, desnutrición, alcohol, drogas, accidentes, y cuatro más, mal contadas– son de origen psíquico.

Todo conflicto emocional importante y mal gestionado, produce una enfermedad orgánica. Dependerá de la intensidad del conflicto la intensidad y gravedad de la enfermedad. Existe así una correlación matemática –como en todas las ciencias del Universo– entre el conflicto vivido y el órgano afecto. ¡Matemática! Y esto quiere decir que un conflicto de ‘No puedo tragar la situación que padezco’, siempre tendrá aparejada una molestia, más o menos acusada, de faringe o amígdalas. Y así con todas las patologías orgánicas. ¡Con todas!

Naturalmente los médicos no tienen la culpa de no tener ni idea de estos extremos. Los intuyen, pero les anquilosa la responsabilidad y el protocolo. Definitivamente no se tiene ni idea de por dónde van los tiros. Cuando se cree que se consigue un logro en la curación del cáncer, al poco tiempo surge un fracaso. Todos son palos de ciego, que no se sabe muy bien hacia dónde van dirigidos.

Y los procesos cancerosos que se curan ‘milagrosamente’ los etiquetan de ‘curaciones espontáneas, que de momento no tienen explicación médica’. No seré yo el que se deje manejar por ningún protocolo médico. Mi entidad es única e irrepetible, y tendrían que hacerme una medicina para mí solo. Tan única e irrepetible como yo mismo.

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