miércoles, 30 de diciembre de 2009

LA FELICIDAD DE CHARO IZQUIERDO (Directora de Yo Dona)

Estoy empeñado en el proyecto de vivir sin preocuparme por lo que digan, hagan o piensen los demás: Mis amigos, mi familia, los famosos, los políticos… Sin embargo, cuando intuyo que puedo ayudar a alguien con mi bagaje de experiencias de 40 años de ejercicio de la medicina pública y privada, primero pregunto: ¿Quieres que te diga lo que pienso? Luego, me atengo a la respuesta. Con mis pacientes actúo de manera diferente: Me supongo que, si están sentados en mis sillas de confidente quieren que mejore su calidad de vida. Así es que, sin preguntar, arremeto contra ellos con todo el arsenal de mi sabiduría.

Nuestro caso –el tuyo, el mío- no tiene nada que ver con los dos supuestos anteriores: No eres mi paciente, y no te puedo preguntar. Para cuando recibiera tu respuesta, se me habría ido la olla y la intención. Me atrevo, por tanto, de sopetón, a decirte lo que pienso de la felicidad.

La felicidad depende del especial enfoque con el contemplo mi interior y el mundo que me rodea. Al respecto, me dirijo a mis pacientes en los siguientes términos: “En este momento estoy a gusto, feliz. Hago lo que me gusta, estoy con personas que me agradan, aquí y ahora, ejerciendo la profesión que me subyuga, en un sitio agradable, que he hecho para mí, con una música sublime, una temperatura ideal, no me espera nadie. Es el colmo del bienestar (felicidad). Pero si me salgo de esta situación ideal de felicidad, para pensar en los pacientes que esperan en la salita, o en las múltiples propuestas para cuando acabe la consulta, me estoy boicoteando la felicidad de mala manera. Y, además, me estreso”.

¿Qué es la felicidad? Vivir la vida concentrado en el momento y con la intensidad de un jugador de élite. Sentir el agua en mi piel, la rugosidad de la manopla de crin, el olor del gel de ducha, y la suavidad de mis manos acariciando mi cuerpo. Cumplir mi cometido impecablemente, con toda mi potencia de atención, sin pensar en otra cosa. Hacer las cosas que no me gustan como si me gustasen. Amar incondicionalmente.

Los humanos hemos sido adiestrados para buscar la felicidad, y a Dios, fuera de nosotros: Allí arriba, en una pareja, en un casoplón, en un buen estatus, en la notoriedad. Y la felicidad no está ahí; está dentro de mí y en ningún otro lugar. Yo no puedo fundar mi felicidad en nada, ni en nadie, porque, correspondientemente, si pierdo la base de mi felicidad –cosa probable- nunca más volveré a tener dicha; quedará destruida mi felicidad para siempre, sin posibilidad de reparación.

Si me permites, la clave de la felicidad está en vivir cada momento como si fuera el último, y amarse a sí mismo y a los demás incondicionalmente.

Me encantaría saber tu opinión. Mi e-mail es: edesoto@telefonica.net.

Un saludo con toda mi admiración para ti. Enrique de Soto Toledano (Médico).

1 comentario:

  1. Muchas gracias por tu vehemencia y por hablar con tanta claridad de un tema aparentemenre tan complejo.Procuraré recordar tus consignas en el día a día y acabar haciéndolas mías.
    Irene

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