viernes, 5 de febrero de 2010

LOS BUENOS AMIGOS

A lo mejor la vida es eso: vivir al margen de los demás, sin hacer caso de las posibles llamadas, ni pedir socorro, por miedo a que luego no se sepa lo que hacer para no involucrarse demasiado, no vaya a ser que salgamos todos salpicados de mierda. A lo mejor los amigos son para jiji, jaja, pero no pasarse de ahí, porque podemos acabar llorando de pena, y aquí no estamos para eso. A lo mejor tenemos que esperar a las llamadas desesperadas para acudir al consuelo. ¡Mientras no me lo pida, no pienso darme por enterado! Lo estoy pasando jodidamente desastroso, pero lo voy a pasar solo. Al fin y al cabo no tengo ningún amigo en quién confiar; a quién mancharle el hombro de babas y de mocos. A lo mejor no existe la amistad; es sólo una quimera, que se han sacado de la manga cuatro chalados para tener un pretexto para salir de copas, dejar a la parienta y acabar de alcohol metílico hasta el culo. Esta vida es cachonda a más no poder. Nadie tenemos seguro nada de nada; nadie puede confiar en nadie; nadie se entrega incondicionalmente, que igual tenemos que acabar a leches. Total, el momento verdaderamente jodido es para vivirlo solo; sin nadie a quién poder vomitar el contenido bilioso del estómago. Sí hombre, para que luego me pida una recompensa y le tenga que dejar que me meta la lengua hasta la epiglotis…



¿Alguna vez has tenido la impresión de que vives solo, solo, solo?. ¿De que no tienes a nadie a tu alrededor? ¿De que todo el mundo se llama andana en el momento en que verdaderamente necesitas un apoyo, aunque sea moral; una mano amiga que estrechar; un cuerpo a quién poderte abrazar con fuerza, sin ninguna connotación más que la del sentimiento? Las penas son de nosotros, las vaquillas son ajenas. Y lo demás, una entelequia. Hay que esperar a que alguien se muera para arrepentirte de no haber estado más cerca, de no haber apoyado más y mejor al amigo de toda la vida, que sólo sirve para saludar y tirar; para cantar las excelencias de aquel que se fue para no volver. Y luego te arrepientes., ¡Vaya que si te arrepientes! Y te haces el firme propósito de no hacerlo nunca más. Pero los propósitos te duran como las intenciones de aprender inglés todos los primeros de año.

Quisiera tener un millón de amigos, para así más fuerte poder cantar. Pero, en realidad sólo quisiera tener uno, un amigo que comprendiera lo que estoy pasando. Y aunque no lo comprendiera, que me apoyara. Y aunque no me apoyara, que me acompañara. Y aunque no me acompañara, que viera en su mirada el cariño y la amistad. Aunque sólo fuera eso. Aunque nada más fuera eso.

Pero no interesa. Todos estamos en lo nuestro y no tenemos tiempo de pensar en los demás, y, si pensamos, procuramos olvidarlo por si acaso nos da por llamar y ofrecernos incondicionalmente. Y eso crea rencor, y se te van agriando las asaduras, y te va entrando la úlcera de estómago, porque no te puedes relajar delante de nadie; porque no hay nadie dispuesto a entregarse de manera incondicional. Y, lo que es peor, nadie está dispuesto a tener a nadie que se le entregue de manera incondicional. Así somos los humanos: un baile de egos, complicaciones, frustraciones y misantropía.

Tendrá que ser así: Nacemos solos y nos morimos asquerosamente solos, Y, entre medias, una loncha de jamón, que, la mayoría de las veces está rancia, o salada, o sosa, o demasiado curada, o demasiado blanda. ¡Chifla, chifla, que como no te apartes tú…!


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