martes, 9 de febrero de 2010

LAS JUNTAS DE VECINOS

Son tan pocas las ocasiones en las que se ve algo instructivo, entretenido, o bello en T.V., que uno va saltando de aquí para allá, a ver si hay suerte y cazamos algo sustancioso, lleno de proteínas, que llevarnos al estómago. En esas estamos cuando, una de las pulsaciones al botón de cambio de canales, nos conduce a una tertulia política; inmediatamente, dos o tres canales más allá, a otra tertulia política de otra cadena. En estos mismos canales, con otros horarios, hay tertulias también, pero deportivas. Cuatro posibilidades de ver actuar a personajes, que se supone, están preparados y son sensatos. En la radio, curiosamente, pasa lo mismo, la mayoría de las emisoras emiten tertulias, y, curiosamente, de corte político y deportivo. Parece que no hubiera otra cosa de la que hablar en España; parece que son el tema recurrente de la mente enfermiza de los que deciden, que, creo yo, deberían ser más sensatos y versados que los contertulios y que los moderadores.

A veces me quedo viendo en la tele, u oyendo en las radios, esos mensajes, que, a falta de otros, evitan los esperpentos de los programas del corazón y del despelleje vil de algún personaje superfriki. No se pueden oír, ni ver. Los personajes que aparecen por las ondas gritan, se insultan y se amenazan. Son, todos, cautivos de una idea política fija, sin desmenuzarla, o de los colores de su equipo. Nadie da su brazo a torcer: gritan, se insultan e incumplen la norma señera de la buena educación: dejar hablar al contrario y no interrumpir. Es una baraúnda insoportable. No hay quién permanezca en ese barullo más que el tiempo para comprender que, definitivamente, se han sacado las cosas de quicio. Que todos hemos decidido hacer, decir y hacer lo que nos da la gana, y que nadie nos lo impide. Y así están las cosas, porque la gente lo que consume es esto: confusión, gritos, atropello, estafas, intromisión, interferencias. Es lo que hay.

Pero, oye, a todo los niveles. He tenido que irme de más de una junta de vecinos de mi comunidad de propietarios, porque nadie se pone de acuerdo. Es una cosa de no creer. Todo el mundo quiere tener razón; todo el mundo quiere caer de pié, como los gatos, y todo el mundo quiere estar encima del agua, como el aceite. ¿Será un virus o el calentamiento global o una interferencia en las neuronas de todo el mundo? No lo sé. Lo que digo es que en España las cosas no andan bien. La gente está desquiciada, acelerada, cabreada y va mirándose el ombligo constantemente. Se ha perdido el sentimiento de caridad (ahora: solidaridad), de amor al prójimo (ahora: cachondeo en privado), y de honestidad (ahora: más vale perder un amigo que perder dinero), para dejar paso a otra clase de valores como el nacionalismo, individualismo, egoísmo, gnosticismo, ateísmo, anticlericalismo, totalitarismo, tropelismo, mamandurrismo, y todos los “ismos” que queramos exhibir.



El otro día, en un aparcamiento de Carrefour, presencié la escena más bochornosa que había visto en mi vida. Y mira que con mi edad he tenido ocasión de sentir sonrojo por miles de situaciones. Dos hombres adultos, yo diría mayores de 50 años; a esa edad a la que debía de aflorar la sensatez y la paciencia –dos virtudes excelsas- , se estaban calentando la geta por un estúpido aparcamiento. Uno de ellos (el que llevaba la iniciativa) le tiró las gafas a hacer puñetas al otro de un certero puñetazo de refilón. En vez de responder a la agresión, de primeras, se puso a buscar su preciado tesoro, sin el que se sentía enervado. Ahí se buscó otros cuatro o cinco piñazos más. Para decir la verdad, se llevó las bofetadas el que había empezado la reyerta. Menos mal que los parientes de ambos evitaron que las cosas pasaran a mayores. Y, ahora, pregunto ¿Qué enfermedad tienen dos adultos, pasados de años, para enzarzarse en una pelea de esas proporciones, delante de su familia o amigos? ¿Qué extraña bacteria es la causante de la destrucción masiva, y en poco tiempo, de las dos virtudes que podrían arreglar un poco el panorama: la Paciencia y la Sensatez?.

Y esto que pasa en la calle, en las juntas de vecinos, y en todas las tertulias, de cualquier asunto, que se ven en la televisión o que se escuchan en la radio, también está presente en las altas esferas. Todos tienen una falta de paciencia y de sensatez estupefacientes. Todos hablan con el mondongo y defienden a capa y espada al que les da la teta, aunque ellos sepan –que lo saben- que miente más que habla, en muy gandul. En vez de gastarse 300.000 millones en vacunas contra la inexistente gripe “A”, podían emplear nuestro dinero; el dinero del erario público, y por tanto de todos los españoles, en dar clases de educación, urbanidad, paciencia y sensatez. Y en vez de implantar en la enseñanza una asignatura absolutamente sectaria y demagógica, como es ‘Educación para la ciudadanía’, más les valía que gastaran materia gris en parir una criatura que sirva para algo el día de mañana. Yo impondría, por ley, la enseñanza obligatoria, conditio sine qua non, de una disciplina que se llamase: ‘La Libertad. Para qué sirve. Cómo ganarla y En qué puede devenir. ¡A mandar!

1 comentario:

  1. Y más hiriente aún es pensar que los que salen en la tele y en la radio cobran más que lo que pueden sumar los miembros una comunidad de vecinos de clase media.
    Insisto en que la medicina a todos nuestros males pasa por una sola palabra, que para mí es la raiz del comportamiento humano (entendido el hombre como un ser cívico): el respeto.
    Un saludo.

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