martes, 20 de abril de 2010

LA NATURALEZA

Pincha en el play del cuadro de abajo y siente la dulzura del piano.



Inspirado en un artículo de Eckart Tolle.


Necesitamos a la naturaleza para sobrevivir (cosa obvia), pero también para que nos enseñe al camino de vuelta a casa; la llave que nos abra las puertas de la prisión de nuestras mentes. Nos hemos enredado en conceptos como: hacer, pensar, recordar, anticipar, y nos hayamos perdidos en el dédalo de los problemas propios del siglo al que pertenecemos. Dentro de la naturaleza, las rocas, las plantas, los animales, conocen y ejercen un concepto que nosotros olvidamos hace milenios: ‘Estar’, permanecer en silencio, ser nosotros mismos, ubicarse donde transcurre la vida en cada instante: ‘Aquí y ahora’.

Mirar una piedra, un árbol, un animal, no significa elucubrar sobre ellos, sino, simplemente, percibirlos, darte cuenta de su existencia, sentir que están ahí. Es en ese momento, cuando te transmiten una parte de su esencia. Te hacen sentir cómo descansan en su ser, profundamente. Y cuando te das cuenta de esto, entras dentro de ti mismo también, a tu lugar ideal de descanso. Cuando pasees por la naturaleza o descanses en ella, hónrala estando allí plenamente. Cálmate, observa, oye, disfruta. Cada planta y cada animal son totalmente ellos mismos; son auténticos. A diferencia de los humanos, no son duales, no están divididos, son ellos mismos, sin artificios ni falsedades. No viven a través de imágenes mentales de sí mismos, y por eso, no tienen que preocuparse y de potenciar esas imágenes. Toda la naturaleza, todas las cosas naturales, además de estar unificadas consigo mismas, están unidad con la totalidad. No se han separado del todo reclamando una existencia independiente, reclamando el ‘yo’ como gran creador de conflictos.






No hemos creado nuestro cuerpo, y tampoco somos capaces de controlar nuestras funciones orgánicas. En tu cuerpo opera una inteligencia por encima de la mente humana. La misma inteligencia que lo sustenta todo en el Universo. Para acercarte lo más posible a esa inteligencia, tienes que hacerte consciente de tu propio campo energético interno, siente tu vida, y la presencia que te anima. Cuando sientes la naturaleza sólo a través de la mente y del pensamiento, no puedes notar la plenitud de su vida, de su ser. Únicamente ves las formas, pero no eres consciente del hálito de energía que las anima; del misterio sagrado.

Nuestra mente y pensamiento, reduce toda la naturaleza a un bien de consumo, a un medio de conseguir beneficios, o algún otro propósito de orden práctico. Sin embargo un animal, una flor, un árbol, son ellos mismos y tienen una enorme dignidad, inocencia y santidad. No se merecen que nadie comercie con ellos.

Mira más allá de las etiquetas mentales y sentirás la otra dimensión inefable de la naturaleza, que no puede ser comprendida con la mente. Verás su armonía, su espiritualidad que, además de permear la totalidad de la naturaleza, está también dentro de ti.






Tu respiración es inconsciente, no eres tú el que respiras, a no ser que te hagas consciente de ella. Entonces la harás cambiar en su frecuencia y en su profundidad. Ahora conecta con la naturaleza percibiendo tu respiración y manteniendo tu atención en ella. Esta es una práctica curativa y energética, que produce un cambio de conciencia, que te permite viajar, del mundo conceptual del pensamiento, al plano de la conciencia incondicional. Todo un regalo.

La naturaleza te enseñará y te ayudará a volver a conectar con tu ser, que no está separado de la naturaleza, porque todos formamos parte de una vida única, que se manifiesta en millones de formas en todo el Universo, que están, todas ellas, íntimamente conectadas entre sí.






Cuando reconoces la santidad, la belleza, la increíble quietud y dignidad con la que existen una flor o un árbol, tú añades algo a esa flor o a ese árbol. Pensar es una etapa de la evolución de la vida. La naturaleza existe en una quietud inocente que es anterior a la aparición del pensamiento. Cuando los seres humanos se aquietan, van más allá del pensamiento. La quietud que está más allá del pensamiento, contiene una dimensión añadida de conocimiento, de conciencia.

La naturaleza puede llevarte a la paz y a la tranquilidad. Ese es su regalo para ti. Cuando percibes la naturaleza y te unes a ella en el campo de quietud, éste campo se llena de tu conciencia. Ese es tu regalo para ella. A través de ti, la naturaleza toma conciencia de sí misma. Es como si la naturaleza te hubiera estado esperando durante millones de años para hacerlo.

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