sábado, 24 de abril de 2010

LAS NEURONAS ESPEJO

Pincha en el play del cuadro de abajo y deléitate con esta maravillosa música.





He aprendido a lo largo de estos últimos 50 años, muchas verdades de la ‘paraciencia’ (‘para’, es un prefijo griego que significa, al lado de, o contra) Por tanto, paralela a la ciencia oficial; de la que se dedica a la experimentación científica y la reproducción en laboratorio de los fenómenos, antes de definirse en contra o a favor. Esa ‘paraciencia’ me ha enseñado verdades tan lucrativas para el cuerpo y la mente como: ‘Vives como piensas’, ‘vive el momento’, ‘si no te gusta lo que haces hazlo como si te gustara’, ‘ríete de ti mismo como método de sanación’, ‘No sufras por que los demás hagan, digan o piensen de manera opuesta a la tuya’, ‘Desapégate de todo y de todos’ etc.







Todas estas ‘verdades’ son puntales donde se afianza el edificio holístico: cuerpo, mente, espíritu. Pero es eso, ‘paraciencia’. Como no se apoya en experimentos y en la reproducción de éstos en laboratorio, en realidad, para el público no tienen validez. Son entelequias (en su segunda acepción del diccionario de la RAE), cosa de brujas. E pur si muove. Pero se mueve. Pero funciona. A pesar de todo, funciona. Basta con abstraerse de lo aprendido, de lo tantos años ejercido como dogmas de fe, para experimentar en carne propia los beneficios de todas las técnicas mentales, que tienden a enseñar al cerebro, por medio de la mente, el camino de la felicidad.

Redes, programa de divulgación científica dirigido por Eduard Punset. ¿Quién no conoce a estas alturas Eduard?, es el auténtico programa de transmisión televisiva, el genuino, el que cumple con el aforismo de enseñar deleitando. Y el perfecto por su dirección, realización, temas, etc. No puede ser mejor de lo que es. Y si no fuera por la estulticia de la mayoría del público televidente, que eleva al rango de magníficos, programas que son una auténtica deyección pútrida, Redes sería una bendición. Consideraciones aparte, hoy, haciendo las camas en mi dormitorio –momento durante el que enciendo la TV para ver qué puedo aprender- coincido con Eduard. Entrevista a Marco Yacovodi, neurofisiólogo italiano afincado en EEUU por razones de trabajo. Este personaje, cuyo sueldo discreto, no se acerca ni a la centésima parte de lo que cobra un deportista de elíte en ese país, ha publicado recientemente un libro llamado Las Neuronas Espejo. Su contenido versa sobre sus investigaciones sobre un grupo de neuronas del sistema límbico de nuestro cerebro, que hacen de espejo para otras neuronas espejo de otros individuos. De tal manera que, mediante la conexión de estas células nerviosas especiales, empatizamos, desarrollamos una identificación mental y afectiva con el estado de ánimo de otro sujeto. De tal manera que si entramos en un recinto ocupado por personas con un alto grado de complacencia y felicidad, rápidamente nos sentimos cautivados por el ambiente que desarrollan, con esa especial energía que transmite la gente feliz. Y por el contrario, conectamos con el ambiente de depresión de un sepelio, e inmediatamente nos sentimos deprimidos y abrumados.






Pero la cosa va a más. Yo puedo acostumbrar a esas neuronas espejo a engendrar y, por tanto, transmitir felicidad, por el simple hecho de fingir un bienestar que realmente no tengo. Si imito la mueca de la sonrisa y la mantengo por algún tiempo, me encuentro mejor que con la cara de depresión y circunstancias. Sus investigaciones han demostrado que la gente que se ríe con frecuencia, aumenta la calidad de su sistema inmunitario y, por lo tanto, enferma menos y se siente más feliz.
Todas estas pesquisa científicas, han llegado a crear una fundada esperanza en la recuperación de ‘autistas’, reeducando las células espejo para que se acostumbren a sentir atracción por sus semejantes.

Y el caso es que todo esto ya lo sabía yo desde mi primer curso de Riberthing, y comulgaba totalmente con estas teorías que, interiorizadas, ayudan a la gente a ser más feliz. No me hicieron falta experimentos, ni demostraciones científicas, me lo creí porque resonó con la vibración de mis neuronas. Sólo por eso.





“Si tuvierais la fe del tamaño de un grano de mostaza, diríais a esa montaña: ¡Muévete¡. Y se movería” “¡Sálvame, Señor, que perezco!. Hombre de poca fe ¿Por qué dudaste? Al final, todo es cuestión de fe en tus posibilidades. Pedro caminó sobre las aguas del lago absolutamente concentrado en Jesús, pero cuando el agua se encrespó y soplo fuerte el viento, se sintió desfallecer, apartó su mirada del Maestro, miró al agua y se hundió. Es un corolario que no necesita pruebas particulares, se deduce fácilmente de lo expresado con anterioridad.

La fe y las enseñanzas de los profetas e iluminados anteriores a nosotros, preceden siempre los adelantos que mucho más tarde son experimentados y abalados por la ciencia.

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