lunes, 5 de abril de 2010

EL SEMINARIO DE CHEN YONG FA

Pulsa el play del recuadro de abajo y, mientras lees, escucha música de Chi Kung. Recreate.




EL SEMINARIO DE CHEN YONG FA

Estaba esperando ansiosamente la visita que el maestro Chen Yong Fa hace a Palencia cada dos años.
El Maestro Chen Yong Fa, nació en Cantón, China en 1951. Es el descendiente directo, en quinta generación, de Chan Heung, el fundador del estilo Choy Lee Fut de Kung Fú. Comenzó su entrenamiento a la edad de cuatro años de manos de su abuelo, Chan Yiu Chi y su padre, Chan Wan Hon. Es considerado Jeung Mun Yan (Guardián del estilo), lo que significa dentro de su familia (Familia Chan), que los conocimientos le han sido transmitidos por su padre de forma oral y escrita, y que es el guardián y responsable de dichos conocimientos.





Este estilo de Choy Lee Fut, es uno de los pocos estilos de Fung Fú, que se precia de tener su propio Jering mun yun (guardián directo de estilo de la familia), y éste es el maestro Chen Yong Fá.
Además de ser un destacado practicante de artes marciales, es un experto en medicina tradicional china, certificado por el Colegio de Kwan Tung, siendo su especialidad el tratamiento de desórdenes musculares y óseos.

En el año 1983, se trasladó a Australia, donde vive en la actualidad. Es allí donde ejerce como doctor en medicina china. Y desde allí dirige la buena marcha y el desarrollo del estilo de su familia por todo el mundo.

Después de este panegírico, se puede comprender fácilmente por qué esperaba su visita. Hace tres años que practico Chi Kung y no en todas partes hace acto de presencia el guardián del estilo de Kung Fu que tú practicas. Me comprometo con nuestro monitor Juanjo Mendoza, consigo un traje de Kung Fu. Me ocupo de avisar a una costurera para que me lo adapte –normalmente las tallas europeas no corresponden con las chinas- y pago el curso por adelantado.

Mi hija tiene una amiga (¿intima?), que venía frecuentemente por casa antes de la marcha de Cristina a Madrid para estudiar turismo, y con la que establecimos una buena relación, hasta el punto de invitarla para que nos acompañara, como agregada, adlátere de mi hija, a un viaje a Italia.

Después del traslado de Cristina, no volvemos a ver a su amiga -la llamaré Petronila para guardar su anonimato-. Como en el chiste del inglés que se fue a cazar a África: Ella allí, nosotros aquí; ni nos escribe, ni nos llama… Pero, hete aquí que uno de estos días, mi mujer habla con ella, de rebote, y la invita a comer el sábado. A partir de ese momento, todo en mi vida, gira alrededor de la invitación. Como me apetece que venga para hablar con ella y brindarle nuestro apoyo, me cuestiono el asistir al seminario de Chi Kung. No voy a volver del entrenamiento a las 14:00, comer deprisa y corriendo y dejarla en la sobremesa tirada como una colilla: “Bueno, me marcho. Ahí os las arregléis”. No me parece oportuno, ni adecuado, ni caballeresco, ni educado. Le dan a Chen Yong Fa por donde amargan los pepinos. Duermo tranquilamente, me levanto, no obstante, a una hora prudencial, me enfrasco en el ordenanza (calificación que últimamente le doy al ordenador), confecciono un flan y unas torrijas el día anterior, y el sábado me voy a comprar nata para acompañar el flan. En la retranca, me bulle la frustración que me produce no haber ido al seminario de Chen Yong Fa, pero hay veces en la vida, en las que tienes que optar, y casi siempre optas por lo correcto.






Vuelvo de mis compras a las 14:00. Me extraña que no haya llegado Petronila. Cristina está en la cama porque ha tenido una indigestión. Naturalmente la causa no es el ayuno pertinaz. Pongo la mesa; cuatro servicios. Ni me molesto en preguntar si se va a levantar la enferma a comer. A las 15:00 me cuenta mi querida esposa que vamos a comer solos. Cristina está hecha polvo en la cama, y a la hora que es, ha llamado a La Petro por teléfono y no contesta.

Mi cabreo no tiene límites. De manera que he dejado el seminario de Chen Yong Fa por la niña, y ahora no viene. Sin ninguna explicación, sin llamar. Nada, nada de nada. Vomito toda mi indignación encima de Milagros: ¡Dejo el seminario, me voy a comprar nata para el flan, el pan; me traigo un libro para regalárselo y la muy jodida de la niña, no acude a la invitación.

En estos casos no sé cómo calificar el hecho: ¿Desvergüenza? ¿Dejadez? ¿Falta de educación? ¿Falta de interés? ¿Desprecio? Cualquier calificativo viene bien para definir lo que me hace sentir la situación. Pero no me quedaré con las ganas de decírselo, si no a la cara –porque no tenga ocasión- por lo menos se lo escribiré, o haré que lea este artículo.

¿Todos los miembros de esta juventud son iguales? Sería caótica la afirmación. No me puedo creer que hayan fabricado una generación de desahogados y que esté tan bien fabricada. ¿Aprenderé de la situación vivida? Como he nacido ‘lila’ y ‘buena gente’ La próxima vez que pueda echar una mano a una adolescente que, entre otras cosas, es amiga de mi hija, dejaré a otro chino empantanado.

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