viernes, 7 de mayo de 2010

EL PODER DE LA MENTE HUMANA




…Y les dijo: “En cada uno de vosotros reside el poder de prestar consentimiento a la salud y a la enfermedad, a las riquezas y a la pobreza, a la libertad y a la esclavitud. Somos nosotros los muñidores y no otro”…”¿Y qué haríais –preguntó el maestro a la concurrencia- si Dios os hablara directamente, mirándoos a los ojos, y os dijera: ‘OS ORDENO QUE SEAIS FELICES EN EL MUNDO MIENTRAS VIVAIS’? ¿Qué haríais entonces?”…(Ilusiones. Richard Bach).

Creedme si os digo que en aquella época me debatía en un océano de confusiones. Mi cabeza no funcionaba de una manera equilibrada y ecuánime, se debatía entre la comodidad, la resignación, la prepotencia, la molicie y el sexo. Nada espiritual, nada sensato, nada feliz.





Durante un veraneo en Torreblanca del Sol (Fuengirola), mi hijo Dani enfermó; tosía de día y de noche, y mis remedios científicos no eran suficientes para resolver el problema. El dueño del supermercado donde nos proveíamos de la comida diaria, nos recomendó encarecidamente que acudiéramos a un espiritualista, un tal Manolo Franco, de toda su confianza. “Si no lo cura él, no lo cura nadie” –nos dijo lleno de admiración hacia aquel ser, en la mitad de su existencia, que trataba a la gente con hierbas medicinales y con su poder, que era mucho. Conectamos con él y ya no le dejé hasta que no volvimos a Madrid. Me puso al corriente de sus pensamientos, de sus métodos y de los remedios fundamentales para cada tipo de dolencia. Pero, fundamentalmente, me esculpió en el cerebro el concepto de sanación, como un hecho nacido de la voluntad del sanador, de su poder para creer en lo que hace, y del consentimiento del paciente.

Imbuido de estas ideas y con unas fenomenales ansias de curar, llegué a Madrid a comerme lo que me echaran en materia de sanación. Y como el pensamiento es creativo, a los pocos días, recomendados por una asistenta que nos ayudaba en las labores domésticas, llegaron a nuestra casa de Corazón de María, una pareja con un bebé de cinco meses, recién salido del servicio de pediatría de La Paz, y diagnosticado de no sé qué problema digestivo que le hacía cagarse en su padre y en su madre doce veces al día. Le compraban una leche maternizada que les traían de Estados Unidos por avión, y que les costaba una fortuna. Todo era en vano, el niño se seguía cagando en todo lo visible.
Les recibí en el salón, todavía no había montado consulta. Tenían puesta la cara de escépticos. Llevaban cinco meses dando vueltas con el pobre crío y no había forma de que se calmase su aparato digestivo. Les conté mi sistema de sanación, les advertí sobre el influjo que ellos tenían sobre su hijo y que sobre todas las cosas tenían que pensar en su curación inmediata. Pero, aparte de mi posible carisma y las hierbas que les recomendé, lo que más les impresionó fue que no les cobre ni una sola peseta. Eso les decidió a probar. Total, no tenían nada que perder. A la mañana siguiente la madre, Belén, me llamó por teléfono muy alarmada, preguntándome entre sollozos, si era normal que el niño no hubiera hecho ni una sola deposición desde que salió de mi casa. Una vez curado y con un subidón del carajo, me convencí de los argumentos de Manolo Franco, pero perdí la fe y no volví a curar a nadie con aquellos métodos espirituales.





Belén me regaló Ilusiones, que, desde entonces ocupó un lugar preferente en mi vida. De él he sacado la introducción, con la que estoy de acuerdo, cada vez más. Pero también os digo que hay que soltarse de las ramitas del fondo del río donde vivimos, para que no nos arrastre la corriente. Pero esto es otra historia que contaré otro día.

1 comentario:

  1. y donde está ese tal Manolo?. yo veraneo alli desde siempre, en torreblanca. Mi abuelo hizo el hotel y los Tumsa, o sea que te hablo que llevo yendo muchos años y no sé quien es manolo. Estoy con la intriga.

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