miércoles, 23 de junio de 2010

AMOR REDUNDANTE



¿Cuánto tiempo hace que no dices a nadie: “Te quiero mucho”? Hay gente que me contesta: “No, pues yo lo digo muy frecuentemente”. Permíteme que lo dude ¿con qué frecuencia? ¿Una vez al año? ¡Ja! No me hagas reír. No te preocupes, yo también me justifico, tiro balones fuera y quiero quedar por encima, o caer de pie como los gatos. No es el caso que me ocupa. Pregunto que, cuántas veces lo has dicho últimamente, con conciencia de lo que dices, sin querer ponerte una medallita o conseguir algo a cambio. Así, porque te sale del corazón. “Te quiero, tío”. No te vaya a pasar como a mí con mi querido y añorado amigo Miguel López Negrete, que cuando un día le digo: “Miguel, te quiero” Me contestó: “¿Y, qué adelantamos?

Venga, de verdad ¿Cuántas? Pues estás perdiendo el tiempo. A lo largo de mi vida y de mis experiencias, he llegado a la conclusión de que amar es sanador; es un bálsamo divino que seda, leuda y acrecienta tu estima, llevándote a lo más alto en la escala de la persona, dicho en el sentido magnificente de la palabra.





Hay una frase, que yo escuché por causalidad, que tiene toda la verdad en su interior. Ínsito en ella, está todo el sentido de la generosidad, de la complacencia y de la grandeza. Dice así: "Dar es igual que recibir” Pero, bien estudiada por mis horas de meditación, he llegado a la conclusión de que no expresa convenientemente mi intención –ya sabéis, mi propensión a mejorarlo todo- Yo diría: “Dar es mejor que recibir” Y así, queda redonda. Porque lo cierto es que –no sé si para vosotros también- es una gozada dar a los demás. Mucho más placentero que recibir. Mucho más, ya te digo. Excepto para los seres egoístas que todo lo quieren para ellos mismos, que los hay a manta. No hablo de ello, estoy hablando de los que estamos en ‘sintonía’. Y ¿qué es estar en ‘sintonía’? Tener los mismos gustos, la misma pasta mental y el mismo corazón blandito, para entregarse a los demás incondicionalmente, una vez que tomas conciencia de asunto.







Jesús de Nazaret dijo que, hay que ser cándidos como palomas, y astutos como zorros. Y si lo dijo Él, seguro que tiene razón. Y esto quiere decir que no seas lila, que no te dejes comer la pepitilla y que no metas la mano en la madriguera. O sea, que no puedes ir por la vida de tontorrón de baba. No me interpretéis mal. Amor a raudales; para todo el mundo. Pero tengo la estricta obligación de apartarme discretamente del que me pisa, me veja o me ofende. Es raro que si das amor te devuelvan patadas en el culo. Lo más normal es que te den lo mismo que das y que te paguen con la misma moneda. Me estáis interpretando mal otra vez. Esto no quiere decir que espere la recompensa de mis actos; que dé para recibir. Sólo quiero expresar, que si das patadas en el culo, es lógico que te devuelvan patadas en el culo.








No me creáis a pies juntillas. Un inciso. ¿Sabías por qué A PIES JUNTILLAS se aplica a aquello que se hace con firmeza? Creer a pies juntillas o negar a pies juntillas son expresiones que se suelen oír con frecuencia.
La expresión parece tener su origen en un juego infantil consistente en saltar con los pies juntos y los ojos vendados de un cuadro pintado en el suelo a otro, mientras un compañero —cuyas indicaciones hay que creer por completo— va orientando a quien salta.


Como veis todo está en los libros, lo que pasa es que no los leemos, ignorantes de los beneficios que pueden traer las cosas que enseñan. En ellos aprenderíamos algo sobre el amor incondicional. Os animo a leer.

(Ilustraciones de Lola Catalá)

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