domingo, 27 de junio de 2010

MEDICINA DESHUMANIZADA





Hace algún tiempo, su hermano falleció en accidente. Supongo el trauma que tuvo que soportar. Me hago cargo porque yo perdí a un hijo también en accidente. No se lo deseo a nadie. Te quieres morir; se te desgarra el alma y te arde el corazón. Quieres buscar culpables para arremeter contra ellos, pero no aparecen. Y como a algo tienes que recurrir, haces responsable a Dios, máximo victimario. Pero la solución no es la desesperación de Espronceda. Afortunadamente me aconsejaron bien, y evitaron consecuencias peores al ingerir ansiolíticos, tranquilizantes y antidepresivos. La derecha es tener la situación muy clara. Ha llegado el tiempo de sufrir, y hacerlo como una mala bestia; como un animal acorralado y herido. La solución es no juzgar la situación, no criticarla y alienarte totalmente con ella. Vivir la experiencia que te ha tocado hasta su disolución. Los seres humanos, y sin son médicos, más, cometen varios errores en estas circunstancias: Uno, es recomendar no pensar, divertirse y volver la cabeza para otro sitio, cada vez que se nos presente la imagen del que se ha ido. Otro, es recetar tranquilizantes, ansiolíticos, neurolépticos y antidepresivos, que dejan al paciente como bobo, sin llegar a la raíz del asunto.






En medicina se está cometiendo un gravísimo disparate humano y científico: Protocolizar todos los actos, como se ritualiza el montaje de un automóvil de lujo, en el que todo está reglado y no se puede poner un tornillo ‘b’ antes que el ‘a’, aunque este error no influiría en absoluto en el resultado final. Pero tiene que ser así. Tiene que estar todo previsto, incluidos los efectos secundarios, para cubrirse las espaldas de posibles reclamaciones jurídicas ante fallos médicos o malas actuaciones. Esto conlleva que el ser humano se materializa, hasta tal punto, que trata exactamente con la misma medicación a mil individuos con la misma patología. Desprecia el factor mental y psíquico del individuo, que, a mi modesta manera de entender, fraguada durante cuarenta años de ejercicio profesional, constituye un ochenta por ciento del curso morboso de una patología. Llega así a cometerse la esperpéntica situación de utilizar la misma medicación para un anciano, que para un adolescente, con distintas implicaciones físicas, materiales, laborales, de relación, psíquicas, políticas, religiosas, amatorias, etc.




Naturalmente, a mi comunicante la prescribieron ansiolíticos para parar un carro, que, obviamente, no la sirvieron para nada. Fundamentalmente no la hicieron olvidar la causa, natural, de su desquiciado estado mental, por otra parte lógico, y que no constituye ninguna patología, aunque, de no afrontarlo de una manera inteligente por parte del que lo sufre podría llegar a plantear otro tipo de padecimientos. Consciente del hecho –menos mal- se propuso dejar la medicación una vez que pasó el amargo trago. Por si ustedes no lo saben, dejar una medicación neuroléptica, después de un tratamiento largo, se hace harto complicado. Tienes que ir dejando las pastillas muy paulatinamente, para que no se produzcan desagradables efectos de deprivación como con la ingestión pertinaz de cualquier droga. Pues bien, después de estar satisfecha por el logro conseguido de dejar definitivamente los ansiolíticos, tiene un problema otorrinolaringológico y el especialista –uno de tantos ignorantes- la asocia un ansiolítico a un vasodilatador. Casi me da la risa. Pero, ¿se creen los protocolarios que se puede quitar un problema de trauma acústico con la ingestión de neurolépticos? Lo que va a conseguir es que se vuelva a enganchar otra vez más a un producto que es –por otra parte- infinitamente más rentable para el laboratorio que lo fabrica, que para el médico que lo prescribe y para el paciente que lo ingiere.





Y así están las cosas en la actual medicina, que está absolutamente plegada a las multinacionales de la farmacia, que son las que indican, en cada caso, el protocolo a seguir, con la absoluta anuencia de las cabezas pensantes de la actual medicina, que se compran casoplones en la costa azul, a costa de escribir artículos o firmarlos sin ni siquiera escribirlos.

Las cosas son mucho más sencillas, y estoy hastiado de repetirlo. El género humano es tan perfecto, que si fuera consciente de que su organismo responde fielmente a los mandatos de su mente inconsciente, procuraría pasar, a nivel consciente, todas y cada una de las cosas que piensa, dice, o hace. So pena de padecer todas las enfermedades de la patología médica.

Naturalmente, la he recomendado que no se la ocurra tomar porquerías. ¡Qué se le va hacer!

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