jueves, 10 de febrero de 2011

EL PROTOCOLO

Cada ser humano es único e irrepetible. Ninguna persona es igual a otra en un 100% de sus características físicas y psicológicas. Las huellas dactilares son únicas para cada persona y no puede haber dos iguales, al igual que las huellas del pie son un rasgo diferencial que distingue a un niño entre un millón. Los órganos internos no son iguales de un ser a otro y, por supuesto no son intercambiables –esa es una de las características que impiden el éxito de los trasplantes de órganos. Los rasgos físicos de cada hombre le ayudan a diferenciarlo del resto de seres humanos que habitan el planeta Tierra.




Pero, donde la diferencia se hace más notable, es en la psicología, manera de reaccionar y conflictos emocionales de cada unidad biológica, tanto en seres humanos como en animales de la escala. Todos somos sustancialmente diferentes física y mentalmente. Y sólo algunos rasgos coinciden como para justificar la existencia de la estadística, que es la manera más falaz de explicar lo inexplicable. La estadística reduce a la persona a un simple número en el lote, igualándole al resto como si fueran objetos salidos de una fábrica y destinados a la venta o a la fabricación de otros objetos más complejos. Mil tornillos roscachapa son, eso, simplemente mil tornillos destinados a una utilidad específica y no a otra. Mil seres humanos forman una comunidad en la que cada cual tiene su misión, su cometido y sus relaciones nacidas de dentro de su propio ser. Y cada una de las unidades biológicas de esta comunidad, por mucho que se empeñe la estadística, será única e irrepetible en la comunidad, y el resto sabrá distinguirlo de los demás a simple vista, incluso por la espalda dada la diferencia de ademanes que muestra cada uno.

La estadística se utiliza en los campos neutros donde no interviene para nada la calidad individual; sólo se utiliza la cantidad global. Demografía, movimientos humanos, climatología, oceanografía, política y otras ciencias complementarias. Nunca se debía de haber utilizado en medicina, ni en ciencias afines, que tienden a resolver los problemas físicos o mentales de los hombres. La medicina occidental, alopática, aquella que utiliza remedios que producen efectos diferentes a los síntomas que se quieren combatir, tratará a los mil pacientes que acuden cada día a los hospitales de una gran ciudad, aquejados de úlcera de estómago, con dieta y (5-metoxi-2-[(4-metoxi-3,5-dimetil-piridin-2-il)metilsulfinil]-3H-bencimidazol) , o, más sencillo el conocido Omeprazol, que reduce la secreción ácida del estómago y favorece la cicatrización de las úlceras. La medicina china, en contraposición, trata a cada persona de una manera lo más individualizada posible, porque considera la gran importancia de los conflictos emocionales en la generación de las enfermedades que aquejan a la humanidad, e indagan sobre los problemas psicológicos que pueden haber sido responsables del cuadro clínico, y se adapta a ellos. No se puede utilizar el mismo medicamento y la misma dieta para mil enfermos con implicaciones sociales, económicas, laborales, afectivas y personales diferentes. Esta medicina que desprecia la calidad del individuo para transformarlo en un dígito de una cantidad, está destinada al fracaso. Y, de hecho, la gente se sigue muriendo con enfermedades crónicas: diabetes, artrosis, hipertensión, problemas pulmonares, hepatitis…que la medicina del ‘protocolo’ no ha sabido curar.



Lo del protocolo viene a cuento de un comentario leído en una revista semanal, en la que Luz Casal –que ha sido objeto de miles de artículos en la prensa por sus cánceres y que, supuestamente, ha mejorado por ‘culpa’ de la medicina alopática– dice: «El cáncer no se puede tomar como sinónimo de muerte. Es una enfermedad, un episodio que forma parte de la vida… Cada día se investiga y se sabe más, hay que confiar en el protocolo.»

De acuerdo sólo con la primera parte del parlamento: El cáncer no se puede tomar como sinónimo de: «¡Macho, la cagaste!», sino como una enfermedad más. Aunque, de hecho, todo el mundo piensa que es el final, por mucho que quiera hacerse el machote y el positivo, porque las armas que nos dan son absurdas e inútiles y no nos proporcionan, ni esperanza fundada, ni explicaciones plausibles que nosotros podamos entender. La segunda parte es cierta sólo en parte. Cada día se investiga más, pero en el terreno equivocado. Se está abonando un terreno donde luego no vamos a sembrar; se está batiendo huevos en un bol donde no hay huevos. Así que, se investiga, pero despreciando aquellos campos (como la participación de la mente) que no son positivos para los intereses de las multinacionales de la farmacia.

La tercera parte: “Hay que confiar en el protocolo”, es la más desacertada de todas, y yo recomendaría que nadie se fiase de los protocolos de la medicina. Veamos qué significa ‘protocolo’.

Protocolo: Plan escrito y detallado de un experimento científico, un ensayo clínico o una actuación médica.

La frase parece convincente, pero el protocolo tiene una característica que lo distingue de las demás actuaciones: Es el mismo para todo el mundo, sea rico o pobre, alto o bajo, con trabajo o en paro. A ti te van a tratar como un puto número sin preguntarte absolutamente nada sobre tu vida y tus circunstancias. Nada. Y sólo te dirán que hay que ser fuerte y luchar, aunque no te dicen contra quién hay que luchar y con qué armas personales. Porque, si quieren que luches te tendrán que dar armas. Y, por supuesto, no me hables de quimioterapia, que mata antes que el cáncer en la mayoría de los casos, ni de radioterapia, que quema al paciente, lo chamusca y lo degenera por dentro y por fuera.

Aclaremos los entresijos de un protocolo médico:

Partes de un Protocolo de Tratamiento:



Un protocolo incluye

1. Una Justificación de la generación del protocolo.

2. Un conjunto de Definiciones Operacionales de los datos clínicos que van a servir de sustento al protocolo.

3. Un algoritmo de actuación para cada caso posible y representativo en la presentación de la enfermedad.

4. Un listado de los medicamentos a usar para el tratamiento de la patología en cuestión.

5. Una descripción de la actuación del personal de salud en cada caso descrito por el algoritmo, incluyendo los exámenes auxiliares a solicitar y los medicamentos a usar, incluyendo las dosis, frecuencias y consideraciones especiales.

6. Observaciones particulares para el caso de embarazo, pacientes pediátricos, ancianos, inmunodeprimidos, insuficiencia hepática o renal, diabetes, hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca o cualquier otra patología relevante.

7. Referencias Bibliográficas.





Lo acabo de leer por sexta vez, y no encuentro ninguna alusión a la diferencia de clase social, estatus económico, estado mental, ni conflictos psicológicos del paciente. Existe, como ya he dicho, un desprecio absoluto por la mente del paciente y por su individualidad de clase. Durante mis 40 años de ejercicio profesional he visto y oído comentarios referentes a los 28/ (Madrid) o a los 34/ (Palencia). Después de la / (barra) va un número de afiliación al sistema autonómico de salud (que esa es otra que tengo preparada). Y para el 90% de los facultativos con los que me he rozado profesionalmente, el paciente es un 34/ sin implicaciones mentales. Los pacientes forman parte indivisible del grupo que les toca ver en el día de hoy. Y todos son iguales ante la medicina, como todos somos iguales ante la administración de justicia. Jamás he visto a un médico preguntar por los problemas del 34/. Y lo más que he oído, pero siempre desligándolo de alguna manera de la responsabilidad del cuadro morboso, es decir que se tomen la vida con tranquilidad, o que se lleven a su mujer a hacer un viaje de placer.



El protocolo es un desprecio a la calidad del individuo, un atentado a la razón y una negación a la individualidad.

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