martes, 8 de marzo de 2011

LA ANCIANIDAD RENTABLE

En el barrio de San Antonio existe un parque del mismo nombre, creado en lo que fue antiguo cementerio de la ciudad, en el que se pueden ver un par de construcciones funerarias junto a diferentes especies arbóreas y una fuente de aguas cristalinas. No está delimitado por ninguna barrera arquitectónica, valla o reja de ningún tipo; solamente existe marcando su perímetro un cinturón de losas de piedra redondeadas por su cara superior y fácilmente salvables. Así, el parque queda integrado en el barrio a guisa de jardín. En uno de sus flancos existe, en la línea de edificios, un asilo de ancianos bajo el nombre y la advocación de San Antonio. Naturalmente, cuando sale el sol y la temperatura lo permite, se ven a sus puertas tres o cuatro sillas de ruedas ocupadas por ancianos de distinto pelaje. Todos ellos desguazados y a punto de ser pasto de enterradores y responsos.


Siempre que paso por allí, en el curso de uno de los paseos programados que nacen de la plaza de toros, llegan a los jardinillos de la estación, al final de Casado del Alisal; sigue por la calle Simón Nieto, atraviesa el parque de San Antonio y cruzando las vías del tren por ‘Los tres pasos’, continúa por la calle Victorio Macho, para adentrarse en el barrio de San Juanillo y de allí al punto de partida, veo el espectáculo que ofrecen los añosos en sus sillas de ruedas, que ni siquiera manejan ellos, y reniego de la raza humana que confina a sus mayores llegando a cierto punto de su vida, y no es capaz de cambiar de parámetros mentales para evitar llegar a una edad, todavía útil, en ese estado comatoso, decrépito e inservible. Y el caso es que toda la humanidad, en un tanto por ciento muy elevado, va a alcanzar ese deslustre. Y sabiéndolo, no es capaz de poner tasa a semejante atrocidad como llegar a los setenta años en un estado ridículo de abandono físico y mental.

Según la medicina clásica –que siempre se invoca para apoyar una frase que habitualmente es poco fácil de creer–, la mayoría de las células del organismo, excepto las neuronas y las células del tejido muscular, son tan lábiles que necesitan renovarse cada cierto tiempo. De manera que el organismo es una máquina saneada totalmente cada poco tiempo. Las células de la piel viven unos pocos días, los hematíes unos cuatro meses, y las de los diferentes sistemas y aparatos poco más o menos. Cada cierto tiempo gozamos de un organismo nuevo capaz de funcionar a cien por cien de posibilidades. Por otra parte, el cuerpo humano está hecho para durar mucho más de lo que vive, en salud y en plenitud de forma ¿Por qué entonces, llegando a cierta edad el organismo comienza a deteriorarse peligrosamente y a hacer agua por distintas goteras? Yo comparto la teoría de Alejandro Jodorowsky respecto a las decisiones de la mente, tomadas como base a una serie de acontecimientos que van acaeciendo en el individuo a lo largo de su vida. Vamos decidiendo nuestras limitaciones, nuestras enfermedades y hasta la edad de nuestra muerte en comparación al deterioro de nuestros mayores, sus decisiones y la edad de sus fallecimientos. Esto es una regla general que se da en el 90% de los humanos y decide fehacientemente cómo llegan a du edad provecta y cuándo llegará el momento de su deceso.


Cuenta que su padre, achacoso y anciano, decidió que iba a llegar a los 100 años para ver determinado acontecimiento de su familia, y hasta esa edad llegó. Pero no es un hecho aislado. Refiere que la mente funciona así: «Mi bisabuelo padeció del hígado, mi abuelo también, mi padre se murió de una cirrosis; de manera que, para considerarme de la familia, yo tengo que padecer también del hígado». «Mi bisabuela tuvo un aborto a los treinta años. También mi abuela y mi madre lo tuvieron. Yo, si soy hija de mi madre, tengo que tener un aborto a la misma edad»… Son decisiones que se van tomando para ser aceptados por la tribu y por la familia. Y no sólo las concernientes a enfermedades y fecha de la muerte, sino referentes a otra serie de capítulos como relaciones, economía y tendencias políticas y religiosas…


Definitivamente las limitaciones están exclusivamente en mi mente, y el deterioro también. Me empiezo a estropear cuando un día me miro al espejo y contemplo mi primera cana y mi primera arruga. Entonces asumo el hecho como ineluctable, y no sólo eso, sino la indefectibilidad de lo progresivo del asunto. Yo creo que el noventa por ciento de las enfermedades tienen su origen en la mente; y como la muerte es la consecuencia de la última enfermedad que padeceré, también fabrico en mi mente mi propia muerte. Y hasta llegar al punto culminante de mi vida, todos los deterioros que he ido aceptando como imposibles de superar, han sido alentados por médicos, pedagogos, psicólogos, industria farmacéutica, campañas de alerta de los medios de comunicación, etc.

Existen círculos económicos, con ingresos desorbitantes, a quienes conviene que esto siga siendo así, y se encargan de fomentar el vicio humano que consiste en creer que el organismo se deteriora, y mucho, con la edad. Que yo tengo que padecer las enfermedades de mi familia para considerarme miembro de derecho de ella y que todo el mundo se muere, ergo yo también me tendré que morir…Mientras tanto, ni una sola campaña que haga pensar a los ancianos que están llenos de posibilidades y virtudes; al contrario, mil informaciones de lo letal que va a ser la gripe este invierno, o de lo nefasta que viene la primavera con sus alergias, muy dañinas para el sistema respiratorio de la población de ‘riesgo’. Lo más estúpido que he oído, entre las difusiones periódicas de información falaz e interesada, dirigida a los ancianos, es recomendar que no salgan de casa, ante un aumento de contaminación de la atmósfera. Como si en la puerta de cada domicilio hubiera un filtro y dentro se respirase el aire puro de montaña. ¡Bobadas!

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