jueves, 5 de enero de 2012

EL EGO INVENTÓ A LOS REYES MAGOS, A SANTA CLAUS, A SAN NICOLÁS Y AL HOMBRE DE LA NIEVE.






La reflexión del Dr. Wayne Dyer, autor, entre otros, de libros con tanto éxito como “Tus zonas erróneas”, en un momento de su camino se decidió, con la oposición de sus editores, a cambiar de estilo para escribir un libro de autoayuda, que es lo que su espíritu le estaba demandando desde hacía tiempo. En “El Cambio” intuye que el ser humano proviene de una fuente común que todo lo puede, que todo lo crea y que todo lo controla. Desde que el ser humano es sólo un pequeñísimo trocito de protoplasma, hasta su nacimiento, nueve meses después, crece sin necesidad de recurrir a ningún sistema propio, ni de organización, ni de control.

Desde ese trocito; esa pequeñísima partícula humana llamado espermatozoide de la que todos provenimos, hasta el alumbramiento en este planeta, no tenemos que hacer absolutamente nada. La fuerza divina lo hace todo por nosotros: Nos alimenta a través de nuestra madre, hace que nuestras células se multipliquen y que, mediante su impronta genética, formen los órganos perfectos que nos servirán para ejercer de humanos en esta Tierra para nuestro aprendizaje.

Pero a partir del momento en que nuestros padres nos ven con ternura y posiblemente exclamen: ¡Dios mío, enhorabuena. Tu obra ha sido perfecta. Ahora nos ocuparemos nosotros!, nos empeñamos en dirigir la creación para que se desvíe absolutamente de las directrices divinas. Empezamos a interferir en la obra de Dios, de tal manera, que creamos el ego para suplir a nuestro yo, divino y perfecto. Y nuestro ego nos alecciona convenientemente para que empecemos a tener problemas inmediatamente.

La primera lección del ego, que tendremos que aprender como todos los humanos, es que somos lo que tenemos. Tanto tienes, tanto vales. Y para esto nos montan toda una biblioteca de innumerables tratados de cómo vivir compitiendo, pisando cabezas y aprovechando el éxito para humillar al contrario.

La segunda lección del ego es que no sólo eres lo que tienes, sino eres también lo que haces. Es decir, se empieza a medir al hombre por sus logros. A partir de ahí se le enseña a ser competitivo, a saber más que los demás, a ser más fuerte, más hábil y más listo.

La tercera lección es que estás separado del resto de los humanos por barreras de pensamiento, sociales, políticas y religiosas. A no ser que la gente piense, diga y haga lo que nosotros queremos, nunca entrará en nuestro círculo de acción, de amistades, deportivo, político y religioso.

Y por último, y más importante si cabe que el resto, la enseñanza por excelencia es que, no sólo estamos separados de los demás, sino también y fundamentalmente de Dios. Y desde ese momento le hacemos el máximo victimario y responsable de todos los males de este emponzoñado mundo por causa de los egos.

Existen personas, muy estudiosas y tremendamente reflexivas, que se levantan todos los días maquinando estrategias para llevar al género humano a un estado de confusión mental, miedo e inseguridad, que le impulsa a tener la vida respaldada por una cuantiosa fortuna, casa propia, automóvil, vacaciones en la playa, restaurant por lo menos un día a la semana, club social, gimnasio, varias tarjetas de créditos y otras tantas de clubs deportivos, sociales y políticos.

Y la primera estratagema es acostumbrar al niño a tener aquello que ve en la televisión, o aquello que posee su amigo Felipe. Y para ello han implicado a los Reyes Magos, a Santa Claus, a San Nicolás y a otros personajes de buena reputación y de naturaleza divina, a que colaboren con las multinacionales que son las que llevan el gato al agua haciendo pingües beneficios de la fiesta de los Reyes Magos.

Y como decía Juan Antoni Melé subdirector general del banco Triodo:

“Enseña a tus hijos que no se trata de ganar dinero, sino de ganar la vida. Sustituyamos consumo material por consumo espiritual. Llenemos la vida de amigos, conversaciones, libros... Prioricemos la cultura, el respeto al medio ambiente. ¡Demos sentido a todo lo que hagamos! Admiremos a los buenos por encima de los listos”.

Y yo digo: En vez de regalar cosas materiales en estas fiestas, regalemos amor, cariño, abrazos, besos, ternura, palabras de consuelo, consejos desinteresados, buenas palabras, buenas obras y buenos pensamientos, junto con un libro de sabiduría y una flor de bondad.

Empecemos a matar el ego y dejar de interferir en la obra divina. Posiblemente si lo hacemos así, durante los noventa años que siguen al nacimiento, tampoco tendremos que ocuparnos de nada para sobrevivir. No interfieras en la obra divina.

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