LOS DOGMAS

Me gusta sobremanera la tercera definición de ‘dogma’ que exhibe el Diccionario de la Lengua Española de la RAE: Fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión.

Esto tiene buena pinta, suena importante. Se entiende, que si es el fundamento y punto capital de todo sistema, ciencia, doctrina o religión, el dogma tiene que ser la releche. Y, claro, los que andan utilizando dogmas, también lo deben de ser. Se llaman dogmáticos. Y remitiéndome a la cuarta definición que muestra el mismo Diccionario, leo: Dogmático: Inflexible, que mantiene sus opiniones como verdades inconcusas (Firmes, sin duda ni contradicción). Estos individuos tienen que ser la bomba saltando a la comba.

Me encantaría tener a un dogmático como amigo, porque sería interesante charlar con un andoba de la loba, que tiene tan claras las cosas como para mantenerlas inflexibles, y para atesorar sus opiniones como verdades inconcusas. ¡Uaggggg! ¡Qué gozada! ¡Tengo un amigo que es dogmático! O algo que es mejor todavía: ¡Estoy casada/o con un dogmático/a! Os confieso que yo no mantengo inflexiblemente ninguna opinión. Estoy deseando que alguien me brinde otro sistema, para ser feliz, mejor que el mío, para agarrarme a él como un desesperat.

¿Pero tú que te has creído, tolili? Aquí nadie tiene nada como una verdad inconcusa, más que la de que algún día la has de palmar; has de estirar la pata. Y eso es lo único que puedes asegurar como dogma: No sé cuándo, ni dónde, ni cómo, pero algún día, en algún lugar, de no sé de qué maldita enfermedad, la voy a palmar, ñac, muerto, matao. ¡Toma, calidad de vida! ¡Ese sí que está en posesión de la verdad, y ya le he buscado un argumento para asegurar que mantiene una opinión de una manera inflexible! ¡Sí señor! ¡Es un dogmático de tomo y lomo! Y, además, es amigo mío. ¡Con dos nitos y un palito!