jueves, 9 de febrero de 2012

SAN VALENTÍN

San Valentín. Un día para festejar, un día para recordar, un día para vivir…el amor. Y es verdad, si El Corte Ingles no hubiera inventado El Día de los Enamorados, habría parejas que ni se acordarían del amor en todo el año. La gente se ocupa de trabajar, de ganar pasta para vivir, y de cumplir. Ya me entendéis, hablo del sexo. Hay gente que vive obsesionado por hacer el amor con su pareja… por lo menos una vez por semana. Porfa, aunque sólo sea una vez por semana…pero, mal.
Pero las parejas no hacen el amor, sólo practican sexo, y la mayoría de las veces no llegan al verdadero orgasmo, y si sienten calambres que pueden asociarse a un ligero orgasmo, es reuma; nada que ver con la culminación del acto sexual. Y si llegan a sentir ‘algo’ es una pura o mera cuestión fisiológica. ¿Os dais cuenta de  lo poco que se tocan las parejas haciendo el amor? Siempre existe un obligado prolegómeno –escaso e insuficiente– y luego…a lo que te voy, tuerta…

El hombre asocia el sexo con la penetración por cualquier canal. Y después de unas caricias torpes y desabridas, se dedica a buscar el placer propio despreciando lo que verdaderamente le gusta a la mujer, que es sentirse admirada, sentirse amada, sentirse deseada, y recibir auténticas palabras inflamadas de amor. De ese amor que se palpa y corta el aire como una saeta clavándose en el alma, en el corazón y en el espíritu de la persona amada.
Lo que le gusta a la mujer, mucho más que ser poseída, es ser acariciada; ser tocada. Sentir en las manos del compañero un compendio de suavidad, ternura, sabiduría, deseo y entrega. Sentirse tocando el cielo sólo acariciando las manos de su hombre. Sentir la gloria sintiendo su piel en contacto suave y cadencioso con su cara, con su pelo, con su espalda…

Nada que ver con la penetración del pincho duro e hiriente que nunca tiene conciencia. Que siempre busca su propio placer, despreciando la sensualidad de la mujer a quién van dirigidos los torpes intentos de amar, de hacer que se sienta amada, de creer que la culminación del acto sexual es que la mujer llegue al orgasmo y, que si es posible, nos regale un derrame seroso, que empape la ropa de cama y que nazca directamente del fondo del placer carnal…Nada que ver con el verdadero amor.
Cuando alguien ha tenido la inmensa suerte de conocer el amor verdadero, ya no busca el sexo para cumplir. En el sexo nunca se ‘cumple’. Basta con la caricia llena de respeto y comprensión; basta con el contacto de corazón con corazón, sin hablar, sólo tocando, rozando sutilmente, suavemente, las manos, los brazos, la cara, el cuello…

Cuando uno ha tenido la inmensa suerte de hacer el verdadero amor, después, todo lo demás son sucedáneos insulsos, insustanciales y mediocres. El día de San Valentín es todos los días cuando se conoce y se siente el amor verdadero…aunque sea imposible para la mente de mucha gente. Sólo aprendiendo a crear la realidad se puede tocar el cielo en el amor. Todo lo demás son subterfugios.
Dentro de muy poco, se plasmará en realidad lo que tengas en la cabeza, y no sólo con respecto al amor –aunque fundamentalmente en el amor– sino con respecto a cualquier pensamiento. ¡Ábrete a la posibilidad y no vivas con miedo a lo que piensan los demás que debe de pasar, ser o acontecer! Dentro de poco la realidad va a ser muy diferente.


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