jueves, 29 de marzo de 2012

TRIGO LIMPIO




No ser trigo limpio, familiarmente significa no ser una persona, asunto o negocio honrado o de buenas intenciones. Por extensión se dice de la mujer que no es fiel a su marido.

Está muy claro, pero solamente en esta cultura, con esta mentalidad y en este orden de cosas. En la mayoría de los países de Occidente está establecida la monogamia como única forma de relación estable entre un hombre y una mujer. ¿Es esta la mejor manera de relación? ¿Tiene alguna ventaja sobre las demás? A mi manera de ver dista mucho de ser la mejor forma de relación de pareja por lo que tiene de imposición mental cuando la mente del hombre y de la mujer pugna por tener otras relaciones esporádicas. ¿Tiene alguna ventaja sobre las demás? Desde el punto y hora en que crea constantes roces, que son causa de sentimientos agresivos como los celos y el instinto de posesión, y que genera desavenencias, hasta la ruptura traumática de la pareja, no tiene ninguna ventaja.

Y qué decir del estado en el que se quedan ambos integrantes de la pareja una vez separados jurídicamente. La legislación no es justa, los jueces van por libre y ejercen sus criterios, no con arreglo a un estricto sentido de la justicia, sino con arreglo a unos criterios personales, sin pruebas y sin concierto. En las separaciones matrimoniales no existe el principio del in dubio pro reo, porque la mayoría de las veces no existen pruebas fehacientes y porque, ante la duda, siempre favorecen a la mujer.

Estar casado con más de una mujer al mismo tiempo (poligamia) es una práctica tan antigua como la historia del hombre y la ley Islámica lo permite. La poligamia también era aceptada entre otros pueblos, tales como los antiguos hebreos, egipcios, griegos, persas, asirios, japoneses, hindúes, rusos y germanos.

Todos estos pueblos aprobaban y practicaban la poligamia. El Antiguo y Nuevo Testamento son los primeros en la lista de libros religiosos que legalizaron y practicaron la poligamia. Muchos de los Profetas de Dios antes de Muhammad (P y B) tuvieron varias esposas. El Profeta Abraham tuvo dos, el Profeta Jacob tuvo cuatro, y el Profeta David tuvo noventa y nueve. El Profeta Salomón tuvo setecientas esposas que eran libres y nobles y trescientas más que eran esclavas. La ley del Profeta Moisés no especifica en ningún lado el número de esposas que un hombre puede tener.

Los compiladores del Talmud que vivían en Jerusalén decidieron una cierta cantidad de mujeres para un hombre, y algunos eruditos judíos sólo permitieron una segunda esposa en caso que la primera sufriera una enfermedad terminal o fuera estéril. También encontramos ejemplos de cristianos casados con varias esposas. Tal es el caso del Rey Irlandés Ditharmet, que tenía dos mujeres, o el Rey Frederick II, que estaba casado por iglesia con dos esposas. La prohibición de la poligamia dentro del cristianismo está en manos de los sacerdotes católicos y no en las enseñanzas de Jesús. Martín Lutero, el primer sacerdote alemán en establecer la secta protestante, consideraba aceptable el matrimonio múltiple y muchas veces lo aplicó.

La poligamia en la sociedad islámica está limitada a cuatro esposas con sus respectivos contratos matrimoniales, testigos, etc. El hombre debe cargar con todos los gastos y responsabilidades de sus esposas y de los hijos que nazcan de esos matrimonios. Todos los hijos son legítimos y deben ser educados y cuidados bajo la responsabilidad de ambos padres.

Un varón de la tribu Himba, en África Oriental, puede tener hasta 20 novias y 3 esposas, y a su vez las novias y las esposas pueden tener hasta 5 amantes.

Estos son sólo unos ejemplos de que la monogamia es una cuestión meramente cultural que, por otra parte, no tiene ninguna ventaja, y que la mayoría de las veces produce dramas, asesinatos, sevicias y complejos de culpa alarmantes en el hombre y en la mujer, con los consiguientes síndromes psicológicos y todas sus consecuencias.

La mujer que no se considere digna, ni trigo limpio, ni honesta por desear a otro varón durante el matrimonio, que se adhiera a los millones de mujeres que fingen constantemente el orgasmo, que tienen que volver la cara para no oler el aliento pestilente de su marido y no vomitar, o que declaran cefaleas constante con tal de no someterse al suplicio constante de hacer el amor por rutina. Y que revisen las intenciones y los pensamientos del marido, que miles de veces piensa en otras para llegar a su estúpido y deseado orgasmo.

¿Hay que revisar toda la cultura occidental? Sí, hay que hacerlo. De arriba abajo. Hay que desencajar todos los conceptos desde su raíz para cambiarlos por otros más saludables, más bondadosos, más ecuánimes y mejores. Las cosas se pueden hacer de una manera completamente diferentes a como se han venido haciendo desde hace unos miles de años, con sustanciales ventajas. La rutina no es buena y las costumbres inveteradas que han traído estas consecuencias que vivimos ahora, son dignas de tirarlas a la gena.

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