lunes, 16 de abril de 2012

CADENA DE FAVORES





CADENA DE FAVORES

Casi es ofensivo que me sienta tan bien con las cosas más sencillas e inverosímiles que pasan en la vida. Me emocionan hasta el punto de provocarme el llanto…
Supermercado. Esta mañana. Intento comprar langostinos cocidos en  la pescadería. Siempre está llena. Tiene muy buen género y los empleados son amables y muy profesionales. Ese debe ser el motivo de que siempre esté llena. Cojo el número: El 46. Miro con curiosidad el cartel luminoso donde aparece el turno: el 2 ¡Vaya, faltan sólo 44 números! No tengo prisa. Bueno, relativamente, son las 13:25 y todavía tengo que llegar a casa y preparar la comida y la mesa.

Me doy una vuelta por el departamento de menaje. Me gustaría comprar un mechero de cocina, de esos que tienen un tubo largo para facilitar el encendido en los sitios más inaccesibles. No encuentro el mechero pero me quedo viendo unos moldes de colores para madalenas, que son una pasada pero muy caros. Cuando me harto de curiosear vuelvo a la pescadería. El 12. ¡Vaya, todavía falta un rato! Me alejo un poco para tener mejor punto de vista. En ese momento, a mi derecha y un poco más cerca del mostrador, veo a una pareja, más o menos de mi edad. Ella se gira sobre sí misma, me echa un vistazo y viene hacia mí.

-          ¿Qué número tiene? –Me pregunta.
-          El 46.
-          Pues tome.  –Me dice mientras me ofrece un tique con el número 25.
-          ¡Bueno, como se lo agradezco! ¡Muchas, muchas gracias!
-          No hay de qué. A nosotros nos han dado otro número más bajo que el que le he dado a Ud., el 18. No hay por qué darlas.

Vuelve junto a su pareja y a los pocos instantes la toca el turno y empieza su compra.
De momento no reacciono, pero al minuto veo a otra pareja de jóvenes, que llevan un niño en una sillita de ruedas. Me acerco a ella y la digo:

-          ¡Perdone! ¿Qué número tiene?
-          El 52 –Me dice poniéndome el tique delante de los ojos.
-          Pues toma este. Por lo menos adelantas seis turnos.
-          ¡Pues muchas gracias!

Oigo que le dice a su pareja: ¡Pues mira qué bien! ¡Qué señor más amable!
Inmediatamente veo que ella se dirige a otra anciana que está a su izquierda y hace lo mismo. Se conoce que la anciana tiene un número todavía peor que el suyo…

Me dan ganas de llorar y pienso en volver a dar las gracias a la señora que me dio el primer número.
Cuando me toca, pido por favor a la pescadera que me ponga un kilo de langostinos. Se dirige al mostrador de los mariscos y me pesa 1 kilo. Pero, incomprensiblemente, después de pesar correctamente y computar el precio, coge un puñadito de langostinos y me los mete en la bolsa…como de propina. No salgo de mi asombro ¡Vaya mañana!

Cuando acaba de comprar la señora que me regaló su número, me dirijo a ella y la vuelvo a dar las gracias. Me enternezco con la situación y tengo que hacer esfuerzo para que no se me caigan dos lagrimones. ¡Hay día en los que uno cree firmemente en la gente!

LU4E


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