martes, 17 de abril de 2012

JESÚS





JESÚS

Jesús de Nazaret es uno de mis referentes. Es un aliciente para mí  levantarme cada mañana arropado bajo su manto. Él, en su infinita majestad, me acompaña en todas las circunstancias de mi vida, pero, bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia, puede evitar mi experiencia; la experiencia que yo he elegido para aprobar ciertas asignaturas pendientes de otra vidas.
Este placer lo comparto con algunas personas que viven a mí alrededor, para las que la figura excelsa de Cristo constituye su referente. Ayer charlando con una de estas personas me abría su corazón para confiarme alguna pena, y cuando yo –iluso de mí– le contaba lo que ella ya sabía de largo, me contestaba que ya se sabía la teoría de carrerilla, pero que lo verdaderamente difícil era pasarla a la práctica. En realidad no basta con atesorar vastos conocimientos sobre metafísica y tener la joya de la fe dentro del pecho, es fundamental practicar lo que se sabe; llevar a la práctica esa teoría tan fácil de digerir para algunos mortales y tan difícil de practicar para todo el mundo.

Un poco más tarde me encontré con otra de las personas de mi corazón, que afortunadamente, tiene la misma idea que yo sobre Jesús, El Cristo, y para la que constituye un aliciente. Me contaba que escucha todas las mañanas en el cedé de su coche la Cantata BWV 147 de Johann Sebastian Bach. La llamada “Jesús, la alegría de la humanidad”. Es una bonita manera de empezar el día, y estoy seguro de que, de alguna manera, todas las personas que se encuentran congregadas en el corazón de Jesús sintonizan entre ellas.
¿Cómo hacer para seguir el día con la misma tónica de placer de la vida y alegría de vivir? Es sencillo decirlo pero muy difícil  llevarlo a la práctica. Voy a repetir el concepto por enésima vez para aprenderlo yo también:

De alguna manera toda nuestra vida está pactada de antemano. Este concepto no tiene nada que ver con el determinismo de vida, es simplemente un consuelo el pensar que yo mismo decidí  vivir los acontecimientos que yo mismo diseñé antes de venir. Nadie tiene la culpa, por tanto, de lo que me pasa y de lo que está por pasar. Sólo yo soy  responsable del desaguisado que pueda parecer mi existencia, nadie más, y mucho menos Dios.
Esta premisa es fundamental para abordar con alegría el ‘día a día’. Y si a este concepto le añado el vivir constantemente pendiente del momento; de este momento, sin pensar en el pasado, ni en el futuro, es muy posible que nuestra vida sea un mar de tranquilidad. Nadie dijo que esto fuera sencillo, es muy, muy complicado de llevar a la práctica. Siempre vivimos aspirados por el pasado o por el futuro. Siempre confiamos en mañana para que se solucionen nuestros pequeños problemas de humanos intranscendentes en comparación con la inmensidad del Universo. Siempre nos torturamos con lo que pudimos hacer en el pasado y no hicimos, y con lo que hicimos y nunca debimos hacer.

Vivir el momento; “estar a lo que se celebra”, es la solución para todos los problemas. Y si estos dos conceptos los trufamos con la idea de que si las cosas tienen solución no exigen preocupación, y que si la tienen no debemos de preocuparnos, lo tenemos todo mollar. Tengas o no dinero, amor o salud, todo te irá bien con la compañía de Jesús.
LU4E

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