Las joyas que me
regalan las comparto con todos vosotros. Ayer, mi amiga Brave me mandó un
collar de perlas, de las que todas y cada una son perfectas. Se trata de trece
perlas de sabiduría para disminuir los números rojos que, en nuestro banco
físico, suponen nuestros sentimientos
negativos. Todas ellas, llevadas a cabo, tienden a aumentar de una manera
exponencial, la felicidad, el bienestar y las actitudes positivas.
Si me permitís, las voy
a ir desgranando y añadiendo algún comentario de apoyo. Como son trece (número
primo), cada día, hasta acabar, os mostraré tres, que me parece un número
divino (y que también es primo).
LAS TRECE JOYAS QUE
AUMENTARÁN VUESTRA FELICIDAD
1.- Haz
ejercicio. Aunque mi pensamiento sea que el aforismo: Mens
sana in corpore sano, está absolutamente equivocado, y que la mente es
la que trabaja, y que por mucho ejercicio que se practique, si la mente es
negativa, no nos servirá de nada, creo que es un empiece positivo, que deberá
complementarse, naturalmente, con ejercicios para mejorar la mente.
Hay ejercicio para
todas las edades. Elige el que mejor te resulte. Asesórate por un experto y
empieza, ya, hoy mismo, no lo dejes para mañana. Muy importante, sea cual sea
el ejercicio que practiques, pon tu mente, constantemente, en los grupos
musculares que estás trabajando. Practica al menos tres días por semana, y con
constancia. No te aburras al tercer día; la mejor forma de paliar las agujetas
es seguir haciendo ejercicio.
Seguro que en tu ciudad
existe un patronato de deportes, que tiene en sus ofertas un montón de modalidades
que puedes practicar, desde atletismo, hasta golf, pasando por artes marciales,
Tai Chi, Chi Kung…Si no, déjate asesorar por un experto y empieza a correr con
método, no a lo tonto, porque puede ser muy negativo para tu corazón.
2.- Desayuna.
Si ya lo haces, mejóralo, poco a poco, hasta conseguir ingerir un zumo
de naranja, unas tortitas integrales con mermelada y un tazón de leche de soja
con cereales. Has estado en ayunas toda la noche, y te dispones a salir de casa
con el estómago vacío… No es un buen sistema para afrontar el nuevo día con
energía y de manera positiva. Yo sé que toda la vida has estado saliendo de
casa, desde que ibas a primaria, con el estómago vacío. Pero las costumbres,
igual que los contratos, son para revisarlos, y esa actitud es imprescindible
cambiarla por otra mejor y más saludable.
Los frutos secos
aprovisionan de ácidos grasos esenciales de calidad, vitamina E, minerales y
oligoelementos importantísimos como el zinc y el magnesio, que regulan los
estados de tristeza. También son indicados otros alimentos ricos en hidratos de
carbono como los higos, los plátanos y los dátiles.
La fruta fresca o en
zumo recién licuado es indispensable por su riqueza en vitaminas antioxidantes
A y C. Una opción muy apropiada es tomar, nada más levantarnos, una dosis de
jalea real y un zumo recién exprimido; también podemos añadir algunas almendras, un
vaso de yogur de soja y una cucharadita de miel pura. Si se va a hacer un
trabajo intelectual en conveniente aderezarlo con sendas cucharaditas de polen
y lecitina de soja.
Entre los errores que conviene
evitar el principal es el de omitir el desayuno o sustituirlo por una bebida
excitante como el café. Los excitantes generan un estrés innecesario en el
organismo y aportan energía de poca duración. Más tarde se puede producir una
momentánea caída del nivel de glucosa, y provocar una sobrecarga en el cerebro
que desencadene ansiedad, mareos, pérdidas de la atención y otros síntomas.
Otro error que conviene
evitar en el desayuno es el de sobrecargarnos con alimentos pesados y
excesivamente grasos, enlentecen y cargan la digestión, y provocan sensación de
amodorramiento.
3.- Agradece
por lo que tienes y por lo que no tienes. Nada más levantarte de la
cama, dirígete a la ventana más próxima, mira al cielo y agradece por lo que
tienes y por lo que no tienes.
He contado, en multitud
de ocasiones la anécdota de las piedras del agradecimiento. Aquel cuento del
senegalés cuyo hijo enfermó gravemente y por el que ofreció agradecimiento
eterno por su curación. Una vez curado, el niño trajo de la playa unos guijarros
de colores que supuestamente le había regalado un ser de luz. «Ve y dile a tu
padre que cumpla con su promesa de agradecimiento. Que se meta uno de estos
guijarros en el bolsillo, y siempre que lo toque agradezca por todo lo que se
le ha dado».
Desde ese momento fue
regalando piedrecitas y extendiendo el agradecimiento por todo el mundo. Yo
tengo una de esas piedras en el bolsillo, y cada vez que la toco o la veo en mi
mesilla al levantarme, agradezco por lo que tengo y por lo que no tengo. Hazte
con algunas. Cógelas del río o cómpralas y regálalas como joyas.
Puedes empezar con la
primera, y añadir una cada día, pero sin olvidar las precedentes y su práctica
cotidiana.
Mañana más, y mejor.
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