martes, 19 de enero de 2010

IGUALDAD (Macho y hembra los creó) (Parte 3 de 4)

Factores sexuales terciarios


Hacen referencia al desarrollo fenotípico masculino o femenino.

fenotipo

En un organismo, manifestación externa de un conjunto de caracteres hereditarios que dependen, tanto de los genes, como del ambiente: en Suecia, el fenotipo de color de pelo más común es el rubio.

El concepto de caracteres sexuales —primarios y secundarios— fue acuñado a mediados del siglo XIX para distinguir elementos imprescindibles, o no, de cada uno de los sexos, así como el orden de sus prioridades. Los caracteres sexuales terciarios, introducidos por Havelock Ellis en los últimos años del mismo siglo, completó el conjunto de rasgos propios de cada sexo. Las lecturas, generalmente sesgadas por el filtro biológico o social, de unos u otros de estos caracteres, dejando de lado el criterio biográfico, han solido crear más polémica que claridad en torno a estas fórmulas. Los caracteres sexuales terciarios, por ejemplo, suelen hoy denominarse roles sexuales.

En ocasiones roles de género, siguiendo la campaña emprendida por el movimiento del sexist language contra el referente de los sexos. De esa forma se pierde la referencia a la raíz sex de todos ellos y, por lo tanto, al hecho de los sexos, desde el que sirven de descriptores epistemológicos de máxima utilidad para explicar y comprender la condición sexuada de los sujetos.

epistemología


f. Parte de la filosofía que trata de los fundamentos y los métodos del conocimiento científico: debemos definir bien la epistemología con que trabajaremos.


filogénesis


f. BIOL. Origen y desarrollo evolutivo de las especies y, en general, de las genealogías de seres vivos: filogenia de las aves.

Filogenéticamente, hombre y mujer han cumplido con los roles que su naturaleza, sus rasgos y sus hormonas, les permitían. El hombre, más fuerte y agresivo, adoptó el papel de semental, para transmitir la fuerza y valor en sus genes. El de cazador, para proporcionar alimentos a su hembra y a su progenie. Y el de defensor de su casa y de su territorio. La hembra, más débil físicamente; más suave y amorosa mentalmente, y mejor manipuladora de alimentos, se hizo cargo del rol de ama de casa y madre amante de sus hijos. Mientras el macho salía para cazar, explorar o defender, la hembra permanecía con las crías en el recinto familiar.

Esto ha sido así en el devenir de los tiempos. La mujer ha asumido su papel y el hombre ha apencado con el suyo. Prescindiendo de la conveniencia de uno u otro, el caso es que la adopción, por parte de hombre y mujer, de los ya mencionados papeles, es palmaria desde el inicio de los tiempos. Así como la primigenia propensión del hombre a la bigamia, por la razón de: Mil mujeres, un guerrero: mil hijos. Una mujer, mil guerreros: un hijo. Esto es así, quieran los políticos o no. Esto es así de una manera incontrovertible, y nadie, medianamente culto o formado, y en su sano juicio, debía dudarlo.

La revolución industrial, sin embargo, trajo un cambio de roles en ambos sexos. Antes, los puestos de trabajo se los repartían los hombres, y ellos eran los responsables de la financiación de la familia. La casada, en casa restaba, sumando posibilidades para su marido y para sus hijos. Ella, según el principio ancestral, entendía claramente que al hijo había que llevarlo pegado a la piel, mientras no estuviera dormido, durante tres meses. Que el trimestre siguiente debía de permanecer a la vista de su hijo, aunque lo dejara en la trona, en el capacho, en la cuna o en una silla. Y que el tercer trimestre de la vida del infante, debía de moverse por la casa y dejar al niño en una determinada estancia, desde donde pudiera oírla. Y que ella debía de transmitirse oralmente con él, de poco en poco. “Hola, Juanito. Mamá está aquí y ahora va a verte. Hola, niño…”

Quizá la pretensión de la mujer, al ingresar en el mundo laboral, fue la de apoyar en la economía doméstica y, de paso, ser independiente, rompiendo los lazos –a veces incómodos- que la encadenaban al hombre de la casa, no siempre cariñoso y rendido amante. Pero la pretensión no tuvo buenas consecuencias psicológicas, ni laborales, ni materiales, ni educacionales.

Consecuencias psicológicas para ambos sexos

El ser humano huye de los cambios; no quiere ni oír hablar de cambio en ningún sentido. Ni siquiera para bien. Incluso los animales, cuando se les cambia de casa o de ambiente, necesitan un periodo de adaptación. Frecuentemente se esconden hasta identificar los ruidos del nuevo ambiente y adaptarse a ellos.

Al desgajarse de su casa y “abandonar” a sus hijos en manos de familiares –o peor-, a cargo de una persona desconocida, la mujer sufre un cambio psicológico, del que difícilmente podrá recuperarse, y que la ocasionará trastornos físicos: desarreglos menstruales, cefaleas, insomnio, faringitis, enfermedades dermatológicas, descenso de la libido y bajada de defensas en general. Que, junto a la intromisión en su parcela que sufre el varón, repercutirán en la relación de la pareja y en el trato con los hijos. El padre pierde poder en aras a un buen entendimiento con la mujer. Los hijos pasan solos mucho más tiempo del conveniente, con acceso a entretenimientos no adecuados y a páginas inoportunas en internet. Y, para más abundamiento, el complejo de abandono de los hijos que sienten los padres, les impulsan a consentirles cosas negativas, para compensar su falta de celo.

(continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...