martes, 30 de marzo de 2010

HE ANDADO MUCHOS CAMINOS

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HE ANDADO MUCHOS CAMINOS

Cuando yo voy, ellos ya están de vuelta. Si yo he andado un camino, ellos, cien. Cuando yo he catado un vino, ellos los cataron todos. Verdaderamente me encuentro diferente, y, de alguna forma, capitis deminutio. Creo haber tenido experiencias, pero como las de estos chicos de ahora, ninguna. Me crié en una familia de clase media, que me permitió sentirme protegido bajo todos los puntos de vista. Económica y socialmente no destacábamos, pero no pasábamos penurias, y nos codeábamos con la flor y la nata de la sociedad, que nos permitía entrar, rozarnos, pero con cuidado; sin desteñir. Mis padres hicieron algunos esfuerzos para darme carrera, y yo correspondí en la medida de mis posibilidades. No me mataba, pero tampoco hacía el vago. Iba aprobando y divirtiéndome cuando me lo podía permitir. No obstante montamos un trío bocal y, más tarde un conjunto con cantante. Lo pasábamos a los indios, pero moderadamente. Teníamos una medida y una idea muy clara de lo que se podía y no hacer, para no perjudicar a terceros. Y una norma era avisar a la familia de tus pasos. Mis padres se preocupaban por mí y yo no podía retrasarme de la hora estipulada como correcta, a no ser que llamara por teléfono –nada sencillo en aquella época de cabinas en la calle y desconocimiento total de la telefonía móvil- aduciendo razones, unas veces ciertas y otras inventadas. Porque no ibas a contar que te quedabas a compartir la cama de una mollar que quería prodigarte sus favores. Pero siempre con medida, teniendo miedo de perjudicar. No vaya a ser que esta tontorrona se enamore, y yo no estoy para eso en estos momentos. Aparte de que no te jalabas un perillo como no prometieses amor eterno y casamiento con todas las de la ley y por todo lo alto.






Eran otras cosas. Otra manera de pensar y de vivir. Otras circunstancias. Creíamos en Dios, íbamos a Misa, confesábamos y comulgábamos, y eso de cohabitar antes del matrimonio, además de ser pecado, estaba muy mal visto. La coyunda para después de las bendiciones, antes onanismo a tutti plen.

Ahora no hacen más el amor, no fuman más, no beben más, no trasnochan más, porque no se entrenan. Claro que si se entrenasen, no tendrían tiempo para el mogollón del asunto. Hubo un tiempo en el que, el proceder de esta juventud –sobre todo de la mí hija- me tenía seriamente preocupado. Pensaba en las nefastas consecuencias que tendría para ella y la repercusión sobre mí y sobre su madre, a quienes no demostraba ningún respeto y ninguna consideración. Tomé distancia, para conseguir una más amplia perspectiva del caso, y llegué a la conclusión –como con otras cientos de cosas- de que ellos están viviendo su experiencia, y por algo será que se lo quieren comer todo, engulléndolo a grandes bocados, sin reparar en la indigestión. O, a lo mejor, no tienen ni indigestión ¿Quién sabe? Todo; se lo tragan todo, lo catan todo, lo gozan todo…A lo mejor, es envidia. Va ser eso, envidia negra que me entra cuando pienso en las facilidades que tiene esta juventud para todo y para todas.

He andado muchos caminos, y llegado a la sombra fresca de un álamo, a la orilla del río de mi vida. Aquí, viendo las imágenes con ojos de apertura de conciencia, no hay prisa, ni tener, ni desear, ni apegos. Eso es lo que les falta por recorrer a ellos; a los jóvenes. Les falta la experiencia de los años y el respeto por sí mismos y por los demás.

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