miércoles, 23 de marzo de 2011

ISLAM (1ª PARTE)

Pido perdón de antemano si subestimo a alguno de mis lectores. Estoy seguro de que su cultura es suficientemente amplía para abarcar estos conceptos. No obstante, no está de más refrescar memorias y aclarar conceptos. En estos tiempos convulsos para los países árabes, no está de más que nos adentremos en su cultura, aunque sea con cuatro pinceladas de información, muy estractada, como podéis comprender, dada la extensión del tema que pretendo abordar. Por esta razón los diez folios A4 que he escrito para ilustraros sobre el Islam, los dividiré en 4 entregas para que sea más cómodo de leer. Y entre medias, os ilustraré con algún comentario de mi opinión al respecto. La entrada es el baile de los planetas que practica una de las ramas del Islam que es el sufismo. Lo pongo para abrir esta serie por que considero que es la rama más pura de entre todas las islámicas.



EL CORÁN

Corán significa textualmente “la recitación”. Cuando el Creador formó a Adán con el barro, ordenó a todos sus ángeles que se postraran ante aquella criatura. Sólo uno se negó, Iblis. “No me postraré”, dijo, “porque soy mejor que él. Me creaste de fuego y a él de arcilla”. Inmediatamente, el Creador lo expulsó: “¡Sal de aquí! ¡Maldito seas hasta el día del juicio final!”. Iblis había osado contestar a su Señor y era merecedor de este castigo. No obstante, pidió un plazo a Dios para seducir a los hombres. La respuesta de Alá es muy misteriosa: “Eres de aquellos a quienes se puede otorgar un plazo”, dijo accediendo a su súplica. De modo que el Creador otorgó al ángel caído el poder de arrastrar a los hombres hacia el infierno. Iblis, el primer infiel, también se llama Satán.

Pero Iblis, de una manera diferente al Satán de los cristianos, llegó a un acuerdo con Dios. El creyente es el que debe escoger entre el Profeta e Iblis, porque, lo advierte el Corán: “Si no respeta la palabra de Mahoma, cuando llegue la hora le espera la hoguera y la pez hirviente”. El Corán insiste mucho en los suplicios del infierno. Pero también describe pormenorizadamente, los placeres infinitos del Paraíso: Jardines fabulosos por donde corren ríos de leche y miel, y todos los deseos satisfechos. Unos jóvenes vestidas de raso verde, sirven deliciosos néctares, y las huríes danzan para arrebato de los sentidos; criaturas celestiales con sus ojos pintados con khol, compañeras de los creyentes y eternamente vírgenes.




Son imágenes para soñar. Para evitar el infierno y merecer el Paraíso, el método es sencillo. Basta con respetar al pie de la letra los cinco pilares del islam:

1.- Dar fe de que no hay más Dios que Alá, y que Mahoma es su profeta. Esta profesión de fe se llama chahada, es decir “el testimonio”.

2.- Practicar las oraciones.

3.- Pagar cada año el diezmo; la limosna obligatoria para los ricos. Una cuota que hay que repartir entre los pobres. También existe, y se recomienda, una limosna voluntaria.

4.- Ayunar durante el mes de Ramadán. Desde el amanecer hasta el anochecer el ayuno es absoluto. Ni una miga de pan, ni una gota de agua. Ni siquiera puede uno tragarse la saliva. El esfuerzo forma parte del Ramadán, pero por la noche se festeja en familia.

5.- Peregrinar a La Meca, si es posible para el creyente, dependiendo de sus posibilidades físicas y económicas.

Aparte de estos principios, existen otras prescripciones más detalladas. Tan numerosas como las que dictó Moisés a los judíos: Prohibición de comer cerdo y de los animales que no están desangrados según el rito; practicar la circuncisión. A ésta se añade, por error, la ablación del clítoris en las mujeres. Es una costumbre africana, pero los tradicionalistas árabes la convierten en un precepto musulmán. El Profeta rechaza la ablación. En otro aspecto, en un principio, celebró la dulzura del vino como un favor del Cielo. Pero, ante los desórdenes provocados por la embriaguez de los primeros creyentes, reaccionó como un jefe de Estado, e igual que Gorvachov cuando llegó al poder en la Unión Soviética en los años ochenta, su primera decisión fue la de prohibir el alcohol. Pero El Profeta todavía es más severo con los juegos de dinero (apuestas), vanos y peligrosos ídolos. En cuanto a restricciones alimenticias, El Corán se parece mucho a la Biblia.

El Profeta recuerda que antes que a él, Alá ya había mandado sus mensajeros a los humanos. Por eso El Creador envió un último mensaje respetuoso a los hombres. Envió emisarios a los judíos y a los cristianos, pero, a pesar de las revelaciones anteriores, no quisieron hacerle caso. Palabra del Corán.

Según el Corán ya no vendrán más profetas después de Alá. Pero existen numerosos comentarios, los hadit, que constituyen la tradición del Profeta, la sunna. Y, según uno de los hadit, vendrá alguien, el Mahadí, que significa “el bien guiado”, que tendrá la misma función que el Mesías de los hebreos. En general, los creyentes no lo esperan como los judíos, no creen en su encarnación como los cristianos, y sólo desean el Advenimiento final, en el que los creyentes serán recompensados y los infieles irán al infierno.

Según una interpretación del Corán, la lucha contra los infieles es una obligación, la yihad, pero la palabra significa, ante todo, “lucha en el camino de Dios”, “esfuerzo con un objetivo preciso”, “esfuerzo de uno mismo”. Además, los infieles no sólo son los no musulmanes. El islam tolera a las demás religiones mientras paguen unos impuestos particulares. Solimán, sultán del imperio turco, acogió con los brazos abiertos a los judíos expulsados de Europa, tras el decreto de los Reyes Católicos en 1492. Pero si uno es animista, budista o hindú, se verá obligado a convertirse al islam bajo pena de muerte.

La Yihad, desgraciadamente se convierte, a menudo, en el sexto pilar del islam. La Yihad como puerta del Paraíso. Pero, hay quien prefiere la versión del filósofo Algazel: “Se puede ser guerrero en la Yihad, sin salir de casa.

Con respecto a las mujeres, tienen una estricta prohibición de quitarse el velo delante de alguien que no sea su marido, su padre, su hermano o un miembro de su familia. Pero en los ‘tiempos de la ignorancia’, en la época anterior a la revelación, es a los hombres violentos y brutales a los que se dirige Mahoma fundamentalmente. Les prohíbe repudiar a sus esposas por cualquier motivo. Les ordena que les den una compensación material si se divorcian, y les pide que sean buenos con ellas. Eso da una idea de la situación de las mujeres en Arabia cuando el Profeta anunció la Palabra. Si querían, los beduinos enterraban vivas a sus hijas al nacer. Para las mujeres el Corán es razonable, deben ser virtuosas, buenas esposas, buenas madres, llevar una vida decente, ocultarse el pelo con el velo y descubrirse en familia.




Los musulmanes carecen de papa o patriarca para decidir la aplicación del Corán. La comunidad de creyentes, que en árabe es la umma, no tiene un jefe infalible. Por tanto, desde hace siglos, los sabios doctores musulmanes fueron añadiendo sus comentarios: las mujeres, no sólo debían taparse el pecho, sino también la cabeza y el rostro.

En tiempos del Profeta, la poligamia era la regla de los beduinos. Incluso El Profeta se casó con doce mujeres, pero sólo después de la muerte de la primera. O sea, que el Profeta practicó la monogamia durante mucho tiempo. Posiblemente cambió después porque el hecho de tener varias mujeres era el privilegio de los jefes importantes. Pero el Profeta dictó leyes rigurosas para la época respecto de la poligamia. El número de esposas se limitaba estrictamente a cuatro, y sólo si se podía mantenerlas. Y en este caso, el Corán ordena a los polígamos que honren regularmente a sus esposas del modo más equitativo posible: una noche con cada una. Hoy en día, todavía hay sabios comentadores musulmanes que justifican la poligamia afirmando que corresponde a una seguridad y una sólida protección para las mujeres, que, de otra forma, vivirían en la soledad y en la miseria. Eso significa que la mujer en el Corán no tiene derecho a ser económicamente independiente y que, por tanto, no pueden trabajar. Y, según el Corán, un musulmán puede casarse con una judía o con una cristiana, pero no al revés. Y las prescripciones sobre las mujeres siguen siendo las mismas que en tiempo de Mahoma, pero se han adaptado según las normas y la idiosincrasia de cada país. En Turquía, por ejemplo, prohíben la educación de las niñas, cuando en otros países musulmanes es posible. Alá es único, pero los creyentes están divididos.

Continuará

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