martes, 22 de marzo de 2011

LAS FORMAS



Infinidad de veces hemos escuchado y leído que "los políticos no sólo deben ser honestos, sino además, parecerlo". Es útil recordar el origen de esta frase. Cayo Julio César (100-44 A.C.), se divorció de Pompeya poco después de ser ungido emperador. Pompeya pertenecía a una familia de enaltecido linaje. Era nieta de Lucio Cornelio Sila, legendario general victorioso. Siendo cónyuge de Julio César, Pompeya asistió a una saturnalia: una orgía de sexualidad que se permitían, de vez en cuando, las damas aristocráticas de Roma. Proclamado el divorcio, las más conspicuas matronas del patriciado romano pidieron al César la revocación de su divorcio. Argumentaron que Pompeya se había limitado a ser una espectadora y que no había cometido acto deshonesto. Julio César replicó: "La mujer del César no sólo debe ser honesta, sino además, parecerlo".

Mi madre cuando quería aleccionar a mi hermana por algún exabrupto de los que expelía de vez en cuando, siempre la citaba una frase de monjas: ¿Por qué perdió la niña el honor? Porque la hablaron mal y contestó peor.

Todo esto viene a cuento de lo importantes que son las formas y con ellas la educación de la gente en la convivencia diaria. Sin ni siquiera darnos cuenta, por desidia, por suficiencia o por rutina, nuestras formas no son las adecuadas para tratar con la gente próxima con la que perdemos la educación con más soltura que con las personas lejanas. Y, si consideramos el asunto en profundidad, la realidad de nuestras maneras es que “Dar es igual que recibir”. Con esto quiero decir que si das amor, recibirás amor; y si das patadas en el culo, acabarás con el culo molido a patadas. Esa es la ley. Pero ¿Por qué lo hacemos? Hay una propensión en la gente a quedar siempre por encima de las circunstancias, de la gente o del bien y el mal. Y a caer siempre de pie, como los gatos, o a estar como el aceite encima del agua. Y no sé quién ha sido el muñidor de esta argucia humana tan estúpida como poco útil. El caso es que todo el mundo la ejerce cada día más: …Pues tú más; …Pues anda que tú… Siempre igual, discutir por discutir.



Hoy es la norma hablar, con supuesta veracidad, de cosas que se ignoran, defendiéndolas a capa y espada. Y la juventud se está acostumbrando peligrosamente a defender lo indefendible, a retorcer los conceptos y a hablar descaradamente a sus mayores por menos de ‘quítame allá esas pajas’. Se está perdiendo el respeto debido a los mayores en edad, dignidad y sabiduría –He cambiado premeditadamente gobierno por sabiduría, más que nada por la que está cayendo encima de la clase gobernante…– Y no sólo eso, a cualquiera le hablan de tú, como si se hubieran despertado en la misma cama o cómo si se hubieran acabado de comerse los mocos mutuamente. En cualquier establecimiento público se oye, a mayores y pequeños –porque los mayores ya se están acostumbrando a la mala educación de los niños–: ¡Oyes, dame un tinto…! Sin ‘por favor’ ni leches, y, por supuesto tuteando al más pintado, y con el ‘oyes’, que queda muy fino. Los hijos se descaran con sus padres por menos de un pimiento, y cada vez aguantan menos que se les insinúe que se van a dar con los cuernos en la pared.

Nadie es consciente de que algún día sufrirán en sus carnes las malas formas que ellos has exhibido delante de sus padres y mayores. Y en ese momento ya es tarde para rectificar. ¿Qué trabajo cuesta lenificar las maneras de hablar, de contestar o de mantener un concepto? Cuando oigo alguna salida de pata de banco proveniente de mi hija durante la comida, primero hago que me la repita para comprobar que la tontería que yo he oído es correcta. Me callo, voy al diccionario, lo busco, lo llevo a la mesa y le señalo el concepto que ella tenía absolutamente equivocado, pero que, sin embargo, se empeñaba en defender.

No olvides: Dar es igual que recibir. Parece que después de una palabra de agrado, después de una lisonja o un piropo; después de una carantoña cariñosa y un obsequio baratucho, uno se queda como más esponjoso y como con más filautía. Aunque sea por curiosidad, sólo por hoy, procurad ser suaves en las formas y comedidos en las contestaciones. Luego observaros por dentro.

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