miércoles, 10 de febrero de 2010

EL CÁNCER: ESE DESCONOCIDO TORMENTO

Tengo callo en el ‘núcleo ventricular’ de mi cerebro, de ejercitarme en el aprendizaje de ciertos conceptos, para mí obvios, acerca del origen del cáncer. Medios de comunicación de todo pelaje e intención, dan vueltas constantes a la noria de la reproducción anárquica de un grupo de células en alguna parcela, vital o no, de nuestro organismo, con ansias aleccionadoras, ejemplarizantes o esperanzadoras. Hoy mismo leo un artículo extenso en una de mis revistas del fin de semana, Yo Dona. La leo porque me interesa saber lo que ‘piensan las mujeres’ de ellas mismas y de los hombres. La diferencia entre esta publicación y otras confeccionadas por hombres y para hombres, es que es mucha más sensible, más directa, más rebelde, pero, como toda obra humana actual hecha por mujeres, adolece de falta de precisión en algunos aspectos. Me temo que –igual que pasa con los hombres- todas no piensan del mismo modo. Creo –no me gustaría equivocarme- que están demasiado atraídas por dos conceptos: la igualdad y la sensibilidad. Entonces apuntan, pero no se sabe muy bien hacia dónde.

Leo un artículo magistral –según mi punto de vista- pero inútil sin ciertas premisas y consecuentes. Se trata de la historia de doce meses del cáncer de mama que padece Claudia Maccioni, y que, supuestamente, está “convencida de que podría ayudar a otras mujeres”. Pero, casi al final de su escrito, declara: “No hay que sobreinformarse y hay que tener cuidado con las fuentes. Lo mejor es apuntar las dudas y preguntar al equipo médico, te ahorras muchos disgustos. Yo, al principio, empecé a buscar información en internet, pero me asusté mucho con todo lo que leía y decidí no buscar más, porque cada caso es distinto” Y, si tú crees que es distinto cada caso, para qué caer en el morbo de desnudarte a ti misma, si cada mujer que padezca cualquier tipo de cáncer, va a ser distinta de todas las demás. ¿Crees que las podrás ayudar de esta forma?

No escribo para criticar a Claudia –ella hace lo que sabe y lo que puede- lo hago para aclarar un poco los conceptos. Esto que voy a escribir, a partir de aquí, es mi experiencia de 40 años de consulta médica y de trato con todo tipo de enfermos.

El entramado médico actual, está sustentado por una plataforma y tres pilares. La plataforma es la industria farmacéutica, unida a la investigación y desarrollo de sistemas de diagnóstico por imagen. Los tres pilares son: La cirugía, la medicina interna y el diagnóstico por imagen, que se deriva de la plataforma, sin cuyo sostén, actualmente, la medicina navegaría entre la confusión y la frustración más absolutas. Nada que objetar con respecto a la cirugía. Rindo homenaje a los cirujanos del mundo en la persona del Dr. Cavadas. ¿Qué decir de este hombre magnífico al que ensalzo hasta el cenit de la obra bien hecha. Miles de pacientes se han beneficiado de sus manos a lo largo de los años del ejercicio de su profesión. La cirugía recompone, trasplanta, canaliza, mejora, salva muchas vidas a diario; casi cada minuto. Ante el diagnóstico por imagen, me descubro y me inclino con respeto. He visto exploraciones de tracto digestivo, filmadas por una microcámara embutida en una cápsula, que, tragada por el paciente, hace una película de todo el recorrido por esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso. Metiendo una fibra óptica a través de la nariz, la hacen penetrar por la trompa de Eustaquio, para llegar al oído medio, donde podemos ver los huesecillos y las ventanas. Las tomografías tridimensionales y a todo color, nos muestran una exactísima imagen de órganos y aparatos. En fin, un auténtico frenesí. La medicina interna ¡Ay, la medicina interna! ¡Tiene tanto que aprender la medicina interna sustentada por la industria farmacéutica! Me explico. Hasta que no se demuestre lo contrario, las enfermedades crónicas que padece la humanidad no se curan. La gente sigue acompañada por los padecimientos crónicos, sin curación, hasta el último aliento. Esto quiere decir que, las enfermedades comunes; las que padecemos todos, no se curan: se palian o se transforman, pero no se curan. Los ciudadanos se siguen muriendo con artritis, artrosis, diabetes y todas las degenerativas que colean, pero que no se acaban. Y las enfermedades agudas acaban, indefectiblemente, en la mesa de quirófano, y es el cirujano el que, ante el fracaso flagrante de la medicina, tiene que echar un capote al enfermo. Unas veces con éxito y otras con los resultados que todos sabemos. Y esto quiere decir que la farmacopea actual, quita el dolor, la inflamación, la infección, pero no cura. La gripe dura una semana con medicación, y siete días sin ella. Y ¡qué curiosidad! Como el médico te empiece a pastillear para la tensión, el colesterol, la diabetes, la artrosis, el reuma, o la migraña, no puedes dejar la medicación en toda tu vida, porque vas a tener un efecto de rebote que te va a llevar, cagando leches, a reanudar la toma de las puñeteras pastillas, que, si me atreviera, diría que producen adicción, como los ansiolíticos, antidepresivos y relajantes.



Esto es muy duro, lo sé. Afecta a muchos estamentos de este país y de la industria médica y farmacéutica. Pero alguna vez, alguien, tendrá que echarle huevos y decirlo. La especialidad de Anatomía Patológica, se encarga de estudiar tejidos para declarar sus características físicas, y si estas son patológicas o normales. Pero –declarado por ellos mismos- si les das un corte de salchichón, efectuado con un micrótomo y lo ponen en el visor del micro, se les hace la picha un lío y no son capaces de decir qué es lo que están viendo, Al AP (Anatomopatólogo) hay que decirle toda la historia del tejido que le ofreces para su estudio: De qué órgano procede, de qué parte del órgano, con qué procedimiento quirúrgico, con qué técnica; diagnóstico de presunción, enfermedad que padece, edad, tipo de vida, padecimientos concomitantes y número de teléfono móvil (es broma). Así y todo –también declarado por ellos- es tremendamente complicado llegar a un diagnóstico de certeza en multitud de ocasiones. Y, declarado por muchos médicos, hay cantidad de falsos positivos en estudios anatomopatológicos, y, así mismo, cantidad de falsos negativos. Porque, si a un AP le ofreces una preparación hecha con los borde de una herida en cicatrización, y no le dices de dónde procede, te dirá, a la vista de los múltiples procesos de multiplicación celular reparadora, que se trata de un cáncer.

Segundo argumento. La mama no es un órgano vital y, aunque se extirpe en su totalidad, no corre peligro la paciente, a no ser que, poco después, aparezca una metástasis en un órgano –esta vez, sí- vital.

Tercer argumento. Como muy bien declara Claudia: No hay similitud entre el cáncer de una persona y el del resto; cada persona funciona y piensa de una manera diferente, declarado por la medicina oficial. Y, cada persona, tiene un curso distinto en su enfermedad. Pero no por el diagnóstico médico o por el tratamiento, sino por la voluntad del propio individuo. Entonces, algo tendrá que ver la mente en el proceso de curación. Categóricamente, sí. Toda la argumentación inicial, acaba en este aserto, muy fácil de escribir para mí, pero muy difícil de leer para los demás. El 90% de las enfermedades que padece el ser humano y los animales –somos biológicos todos- son producidas por conflictos emocionales. Sólo descarto: envenenamientos, emanaciones tóxicas, noxas externas, mala nutrición, mala vida, drogas, alcohol y accidentes. Todas las demás -¡todas!- empiezan en la mente, y, por lo tanto, pueden acabar también en la mente.

Al final, sobran argumentos. Yo me lo guiso y yo me lo como: como Juan Palomo. Y yo, con mis implicaciones afectivas, económicas, laborales, de relación, religiosas, políticas, me creo mis conflictos que, dependiendo de la intensidad, determinarán la intensidad del padecimiento. En este caso, el cáncer. Qué diferencia tan grande, por parte del médico, entre erigirse en director de la película y decir al paciente qué, cuándo y dónde lo tiene que hacer. Y ser un mero espectador y apoyo de la enfermedad, declarando el origen del mal y la decisiva influencia que tiene su mente en el proceso. Y no sólo eso, sino que, si el carcinoma de mama ha sido ocasionado –valga el ejemplo- por un grave conflicto de pareja, mientras no se sane psíquicamente el conflicto, seguirá el peligro de enfermar o de hacer metástasis, que no son, ni más ni menos, que conflictos añadidos y provocados por el diagnóstico de cáncer.



Ya sé, ya sé. Pero yo estoy felizmente jubilado y después de 68 años de existencia me he ganado el derecho a decir lo que me dé la gana, sin ofender, naturalmente, pero lo que me dé la gana.

Al principio, dice la presentadora del artículo –magistral por otra parte- : “En su trabajo destaca la importancia del apoyo y el cariño familiar: “Hay que aprender a disfrutar de cada momento”. El amor es fundamental en cualquier momento de cualquier proceso del ser humano, pero lo vital; lo verdaderamente imprescindible, es dar amor, no recibirlo. Yo aconsejaría dar amor, hasta al causante del conflicto. O, por lo menos, sanar la relación. Y referente al: “aprender a disfrutar de cada momento”. Estoy de acuerdo. Pero no hace falta tener un cáncer para aprender a disfrutar el momento. Eso es la medicina preventiva por excelencia: Vivir el momento.





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