miércoles, 10 de febrero de 2010

¿EXISTE EL DETERMINISMO?

- Pablo, te toca bajar. Llegó el momento. Ya no puedes estar más tiempo gozoso en este plano. Tienes que seguir aprendiendo. Según tú mismo escogiste en tu recapitulación, fuiste demasiado orgulloso y ahora tienes que aprender a moderar este aspecto de tu personalidad múltiple.

- Señor, si es así, hágase Tu voluntad. Bajaré e intentaré moderar mi orgullo. ¿Puedo escoger a los que me van a acompañar en la Tierra?

- Esta vez sí. Te concedo el derecho de poder elegir. Pero, ya sabes que tiene que figurar, de manera destacada, en las personas próximas a ti, o incluso dentro de tu familia, a Rostes. Ya sabes la mala relación que tuvisteis siendo él tu padre en la última existencia. Ahora tendrás que aprender a soportarlo e incluso a amarlo. Te sugiero que lo escojas como tu hermana. Quizá el orden de igualdad en la familia y la diferencia de sexo pueda ayudarte a relacionarte mejor con él. Y, para más acercamiento, deberíais nacer al mismo tiempo. Sincronizad vuestros viajes para llegar en el mismo momento, de la misma madre. Seréis –así lo he decidido- hermanos gemelos.

- Juan, te toca bajar.

- ¡Jo, Señor, no!. No quiero bajar. ¡Estoy bien aquí!. Todo el mundo me ama incondicionalmente, no tengo que trabajar, no me duele nada, ni puedo enfermar. Quiero quedarme aquí. Nunca me ha gustado la vida de los humanos. Deja que me quede aquí. Ya sabes que no molesto, no ocupo hueco; mi cuerpo sutil es apenas perceptible.

- Lo siento, Juan. Te toca bajar. No obstante, te voy a rodear de personas con las que te llevaste bien en tu última existencia. Estará Marta, tu prima, que en esta nueva vida será tu madre. Y Quirino, tu hermano anterior, que será tu padre. Y Gloria, tu esposa, que será tu ama de cría.

- Bueno, si es así, haré un esfuerzo y bajaré. Ya sé que tengo que moderar la codicia que exhibí en la vida anterior. Me aterra ser pobre y desprendido en la tierra. Todo el mundo abusa de ti e intenta pisarte la cabeza. Bajaré.

- Señor, Señor ¿Puedo bajar ya? ¿Llegó el momento? Venga, venga, adelántame el billete. Quiero bajar, quiero bajar ¡Con lo bonita que es la vida en la Tierra! ¡Esos amaneceres! ¡Los arreboles! ¡La naturaleza con toda su belleza y esplendor! ¡La sensualidad! ¡Los sabores! ¡Los olores! ¡El tacto! ¡El sexo! Sólo de pensarlo es como si se me erizara el cabello que no tengo en realidad.

- Mario ¡Ya te he dicho miles de veces que no es tu momento! ¡Ya llegará! Ten paciencia. Ya sé que eres uno de los seres de luz con más amor a los humanos. Pero todo en su momento. Procuraré adelantarte un par de siglos la fecha que te tenía asignada. Pero nada más. Y, hasta que llegue el momento, deja de darme la paliza. Vete Conmigo, Mario. Llévate Mi paz.

Luego bajan a la Tierra, y unos consiguen realizar su misión, y otros se pasan la vida revoloteando, y cuando se dan cuenta ya es tarde. Algunos bajan con intención de morigerar sus impulsos, pero les puede la codicia y se dedican a estafar y extorsionar a todo el mundo. Otros han tenido instintos asesinos por odio a la humanidad, y, cuando bajan a moderar la hiel que tienen dentro, no pueden, y se dedican a formar parte de organizaciones terroristas. Otros violan a niñas inocentes, incapaces de templar sus instintos sexuales desatados. Otros llevan a la sociedad a un caos difícil de estructurar, con sus instintos de prepotencia y sabiduría fingidas. Otros, en fin, son capaces de atemperar todas las inclinaciones de su humana naturaleza, y se esfuerzan por crecer en sensibilidad, sentimientos, amor y delicadeza.

Todos han venido a cumplir una misión. Unos la cumplen y otros no. Unos siembran el dolor, la guerra y el hambre; y otros esparcen el amor, la belleza y la gratitud. Pero todos, todos, emplean el “libre albedrio” como arma para aumentar o disminuir sus puntos espirituales: aquellos que les van a servir para subir los escalones de la evolución divina, uno a uno, con esfuerzos, a veces sobrehumanos, para llegar a la integración en el “El Todo”. Para tener todas las capacidades que “El Profundo” ha elaborado para ellos; para todos los seres de luz, que tienen un magnífico campo de operaciones en La Tierra y en otros planetas similares esparcidos por los millones de galaxias que pueblan el Universo de Dios.

¿Y si no fuera así? La filosofía que me impulsa a tocar determinadas teclas de mi ordenador, y no otras, me ha servido para ir poniendo piezas en la construcción de mi filosofía de vida, con la que duermo, vivo, trabajo y pienso. Y esa filosofía es que hay un Gran Dios, creador de todo lo visible y lo invisible, que nos ha traído a la Tierra y nos ha dotado de “libre albedrio” como arma con la que podamos andar por el mundo. Que podemos hacer con nuestra vida lo que queramos con Su consentimiento. No en vano estamos experimentando en este plano. Podemos inclinarnos, por tanto, a la derecha o a la izquierda, desviándonos del camino que, en un principio, nos propusimos andar, u optar por declinar la propuesta inicial y dedicarnos a matar, estafar, mentir, adulterar y sembrar la discordia, o caer en la molicie, como sistema de vivir una vida regalada y placentera sin pensar en los demás, o, en fin, tirar la toalla y caer en las enfermedades que nosotros mismos nos provocamos y que, indefectiblemente nos precipitarán hacia la muerte. ¿Quién ha tenido la responsabilidad de todo? Nosotros. ¿Quién se propuso moderar parte de sus inclinaciones nefastas? Nosotros ¿Quién decide inclinar a un extremo u otro nuestra balanza? Nosotros. Dios es un mero espectador de nuestros deseos.



- Padre: Quiero ser una persona amable, cariñosa, caritativa, decente y sabia, que enseñe esta filosofía a los demás, para que tengan un punto de referencia.

- Sea, hijo mío. Lo harás con respecto a tu programa previo. Sigue así.

- Padre: Quiero ser un desalmado, bandido, asesino, en aras de una idea política extraña y manida.

- Sea, hijo mío. Es tu experiencia. Luego recogerás los frutos de tus acciones.

- Padre: Quiero enfermar gravemente, sufrir enormes dolores y morir entre horribles sufrimientos.

- ¿Y, para qué, hijo mío?

- Para ganarme el cielo con el sufrimiento, ya que esta vida es un camino de espinas, como dice todo el mundo. Y el cielo hay que conseguirlo con sangre, sudor y lágrimas.

- Pues todo el mundo que lo dice está equivocado. Yo he construido la Tierra, sus cielos, sus estrellas, sus amaneceres, sus lagos y sus mares, para que goces de ello plenamente. Lo he concebido como un camino de rosas. Y yo no te voy a juzgar. Te vas a juzgar tú mismo, que es lo que He ideado para vosotros. Tu ejercerás el libre albedrio que yo te he otorgado, para aprender y elevarte en la escala espiritual. Si yo me metiera en camisa de once varas, interferiría gravemente en esta concesión. Nada está escrito previamente. Tú realizas tus deseos. Si hubiera predeterminismo, no habría aprendizaje, ni voluntad. Todo el mundo haría lo que le diera la gana en la mayor impunidad. El puzle divino es una obra grandiosa en la que cada individuo goza de libertad de acción, gracias a la cual puede escoger, y gracias a la elección puede cometer errores o hacer lo correcto. De todo se desprende que tendrás que bajar nuevamente para experimentar, si te faltan puntadas en el cosido de tu evolución, o, por el contrario, que ya no necesitarás volver, porque todo lo has hecho correctamente y te has ganado un escalón en tu elevación.

¿Y si no fuere así? Repito ¿Y si todo, todo, estuviera escrito previamente antes de bajar a la Tierra? ¿Y si no tuviéramos capacidad de elección, ni de decisión? Vayamos por partes: Dios, en su infinita Magnificencia, crea a unos seres a los que envía a un planeta para que nazcan, crezcan, se reproduzcan y mueran. Pero les maneja con hilos invisibles como si fueran marionetas, hasta el punto de privarles de capacidad de decisión. Todo está escrito en la obra divina. Nada escapa de su programación. Dios es un “Matrix” que maneja a los seres humanos según unos parámetros de goce propio. Y nada se puede cambiar. Todo el mundo ha escogido previamente su papel y baja a cumplirlo fielmente: El pobre, el rico, el opulento, el mendigo, el Rajá, el paria, el bueno, el malo, el asceta, el asesino. Todos se mueven porque Dios lo programó así, y nadie se puede escapar de esta decisión. El que acaba matando, no puede zafarse de su destino; el que crea una ONG en pro de los desfavorecidos, no puede hacer otra cosa porque estaba escrito. Ambos, al final, han sido movidos por unas decisiones ajenas, sin responsabilidad, sin premio, ni castigo. Ambos caerán en el cesto con el resto de manzanas: todas iguales. La única diferencia está en el puesto que ocupa cada una; la de encima es igual que la de abajo, y su destino es el mismo: ser devoradas por un extraño animal sin conciencia.

Creo firmemente en Dios de bondad. Creo en la magnanimidad y en la maldad. Creo en la voluntad humana y en el poder de decisión. Creo que yo decido hacer el bien y el mal y que, si no recompensado por nadie, por lo menos tendré una satisfacción personal por la culminación del reto propuesto. Creo que estoy haciendo, unas veces, el bien, y otras no tanto y creo que tengo la capacidad de mejorar para empresas futuras.

Y si no es así, que me quiten lo bailao.

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